sábado, abril 10, 2010

La musa canaria.

Reconozco haberla visto cuando llegué. Se mostró un poco esquiva, pero estoy seguro de que era ella. Escondía sus contornos entre la bruma, insinuándose fantasmagóricamente, incitándome, estimulando mi curiosidad, instándome a plantearme mi lugar, mi tamaño y mi importancia en el universo.

Desapareció sin más –sin advertencias, sin aclaraciones-, como visión de enajenado. Pasaron los días; días grises, estereotipados, indistinguibles unos de otros; sin poder hacer otra cosa sino admirarla, como recuerdo o, quizás, como producto imaginado. De vez en cuando elevaba mi mirada sobre los problemas mundanos, dirigiéndola al vacío, a aquel extraño horizonte imposiblemente alto, donde cielo y mar se confundían en un velo blanco, ciego y agobiante, que parecía alcanzarme en la distancia con un destello de nostalgia.

Los días se contaron por semanas, las semanas comenzaron a completar meses. La única hoja que se desprendió en marzo fue la del calendario, otra pendía de una fibra de esperanza, zarandeada por prematuros alisios. A mi alrededor la primavera estallaba desconsideradamente.

La perseverancia de esa hebra halló en una mañana de abril su recompensa cuando, con el efecto de una inyección de vitalidad, se dejó ver en la lejanía. Su aspecto era al mismo tiempo tranquilizadoramente familiar y sobrecogedoramente salvaje, exótico, inexplorado. Sus cumbres se perfilaban en oscuras líneas angulosas, emergían con rebeldía de un inconsistente mar de nubes aparentemente vertical. La neblina se prolongaba indefinidamente, usurpando al cielo su papel preeminente, ocupando la totalidad del mundo conocido. Un mundo vacío, colmado de blanca ausencia que giraba en torno a ella, única, excepcionalmente singular, que monopolizaba atenciones, pasiones y delirios. Por un momento comprendí todas esas viejas leyendas que figuran en tradiciones de pueblos costeros, inherentemente ligadas a puertos y a nombres de navíos; modeladas, reinventadas, en bocas de pescadores, taberneros, marineros y mozos soñadores; que tratan sobre islas misteriosas, intangibles, celadoras de secretos, que sólo se manifestaban a capricho, durante unas pocas horas, en diferentes coordenadas de un vasto e inabarcable océano.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¡¡hacía mucho q no entraba aquí!!!

Álvaro dijo...

¿Y la vitalidad fue suficiente como para llegar hasta allí?

Al final vas a crear un mito, como el after de Ventas...

Desde mi realidad dijo...

Qué bueno! Me ha gustado!
Pasa un buen fin de semana...

Leralion dijo...

@Eva: Muy mal, muy mal; hay que pasarse más a menudo :p

@Álvaro: Por ejemplo, es muy poco probable que ella estuviera en el after de Ventas, pero es algo que nunca sabremos.

@Aida: Me alegro de que te haya gustado.

Gracias a todos por pasaros y por vuestros comentarios. :)