domingo, abril 27, 2008

El final.

La barcaza viraba lentamente, cual leviatán de acero a la deriva en un mar de nada, armonizando con la inquietante serenidad del espacio exterior. Los propulsores apagados, impulsada por el campo gravitatorio lunar, iba tomando la dirección de la que sería su penúltima travesía. Las imágenes de archivo que, con toda probabilidad, utilizarían encargados de la estación orbital para cotejar con la nave que pasaría junto a ellos formarían parte de una leyenda. El brillo del casco, los emblemas, toda muestra de esplendor había sido destituida por colisiones y fricción.

Ronald apareció ante el umbral de la que había sido la puerta a la sala de mando justo cuando la bola azul y blanca acababa de centrarse en la ventana de observación. Mientras avanzaba, las palabras eran reemplazadas por los continuos chasquidos emitidos desde las diversas fugas. Las chispas constituían una fuente de luz intermitente aparte de la azulada producida por los fluorescentes de emergencia. Era difícil no tropezarse con alguno de los innumerables objetos que flotaban por la estancia y unos escombros lo delataron. La figura, en pie frente a la bóveda, no se volvió.

Si fuera posible oír su movimiento me sonaría como la más bella de las melodías.

¿Se ha vuelto un poeta?

Ronald prosiguió, alentado por el comentario.

Y quién no, frente a esta imagen.

Verdaderamente había muchas ganas de volver a verla...

Juntos, almirante y oficial, observaron la Tierra largo rato. Y permanecieron allí cuando el meteorito se precipitó sobre su atmósfera.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gustaría estar allí aunque eso supondría un mal presagio para el resto

Anónimo dijo...

¿final? ... no lo creo
http://es.youtube.com/watch?v=erVt0ozPRN0

Dors-seldon dijo...

El final muy estilo Asimov... En realidad todo el relato jeje :-p. ¿Para Asimov todo funcionamiento tecnológico avanzado iba con energía nuclear, era el momento, y para la ciencia-ficción de hoy?