viernes, noviembre 30, 2007

El síndrome de la decadencia.

La fealdad que tanto había detestado porque hacía las cosas reales, le resultó ahora grata por esa misma razón. La fealdad era lo único real. Las soeces peleas, el repugnante tugurio, la cruda violencia de una vida desordenada, la misma vileza de los ladrones y los proscritos eran más vivos en el intenso realismo de su impresión que todas las gráciles formas del arte, que las soñadoras sombras de la poesía. Eran lo que él necesitaba para el olvido. Pasados tres días volvería a ser libre.

El retrato de Dorian Gray. Oscar Wilde.



-Por cierto, Dorian -dijo después de una pausa-, ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero si pierde... cómo era la cita... su propia alma?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo quería el mundo entero o nada ...
pd: aullaré como un lobo por ti ;D

Anónimo dijo...

Qué novela tan chula. Me encantó...