viernes, septiembre 24, 2010

El nombre del mundo es bosque.

Estos días he descubierto a Úrsula K. Le Guin. Lo que antes era un nombre, un espectro que deambulaba entre los estantes de ciencia ficción de las librerías, ha tomado cuerpo -¡y qué cuerpo…!- para convertirse en una autora interesante y totalmente recomendable.


Para mí la ciencia ficción ecologista tiene un nuevo título insigne: El nombre del mundo es bosque –del original inglés mucho más sugestivo, a la vez que impronunciable, The word for world is forest. La humanidad se ha diseminado por la galaxia ocupando planetas con avanzadillas de unas tres mil personas. Estas colonias militarizadas, autosuficientes a corto plazo, manufacturan recursos para la Tierra y sobrellevan precariamente el aislamiento, la inviabilidad de un asesoramiento directo y la frustración de tener que cumplir siempre órdenes emitidas con años de anterioridad. El planeta Athshe se encuentra a veintiséis años luz de la Tierra y la colonia se encarga de procesar la madera, lo suficientemente valiosa como para suponer un negocio a pesar de los costes del viaje espacial, de los bosques que cubren sus cinco continentes. Pero Athshe era un hervidero de vida cuando llegaron, y los colonos tendrán que lidiar con los habitantes autóctonos, unos humanoides bajitos, verdes y peludos.


La psicología del choque cultural es lo mejor de la novela. Le Guin aborda la cuestión desde el punto de vista colonial, tanto ecológico como destructivo –Davidson es un personaje brillante, un antihéroe violento, racista, abyecto y demente, la enfermedad humana que amenaza con acabar con el mundo-, y desde el punto de vista indígena; diferentes perspectivas que añaden profundidad y frescura a la trama. Quizá se pueda achacar el defecto de presentar posiciones muy definidas, el eterno conflicto entre el bien y el mal; pero la perspectiva autóctona ayuda a difuminar y oscurecer ligeramente el relato, a configurar un panorama de crítica soterrada a la etnografía –permitiéndose un pequeño juego- y más abiertamente al etnocentrismo, a la xenofobia y al imperialismo, a la intolerancia y a la incomprensión en general.


Leyendo la novela me venía a la cabeza, especialmente en las primeras páginas, la gran obra de George R. Stewart, La Tierra Permanece, imagino que por el carácter ecológico aunque despojado de la visión post-apocalíptica de este último. También me recordó a La voz de los muertos de Orson Scott Card, la semejanza es evidente, aunque es necesario señalar que es posterior al título de Le Guin.


Qué más puedo decir, a leer que merece la pena.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta que la rescates, porque es una autora que yo también tenía algo olvidada y mira que tuve mi época Ursula... Supongo que este libro del que hablas es el último que habrá publicado, ya que no me suena el nombre. Yo me compré y empecé a leer las Historias de Terramar, unas historias de magia y aventura bastante interesantes, lo que pasa que lo dejé aparcado durante un tiempo y ya no retomé la lectura. Aún así lo que leí me gustó mucho, también recomendable.

Sufur dijo...

"Los desposeídos", "la mano izquierda de la oscuridad", toda la serie de Terramar, incluso "El eterno regreso a casa"... Ursula K. le Guin ha escrito algunas de las lecturas más memorables de mis años mozos. Realmente recomendable. ¡Que la disfrutes mucho!