lunes, junio 30, 2008

Robots e Imperio.

-Amigo Daneel, ya he dejado de maravillarme ante la capacidad de la mente humana de mantener dos emociones opuestas simultáneamente. Me limito a aceptarlo.

Qué mejor forma para empezar a hablar de Robots e Imperio que una cita de R. Giskard Reventlov. Pues será este robot tan peculiar, junto al omnipresente R. Daneel Olivaw, el verdadero protagonista de la novela. La última entrega de las llamadas novelas de robots coloca las últimas piezas en el gran entramado que da forma al Universo de Asimov.


Han pasado doscientos años desde la estancia de Elijah Baley en el planeta Aurora pero, valiéndose de la longevidad de los espaciales, el autor mantiene algunos personajes de novelas anteriores. Los terrícolas han empezado a colonizar algunos mundos e incrementado su influencia en la política interestelar. Sin embargo, la muerte del doctor Hastolfe dará en cierto modo carta blanca a Kelden Amadiro para consumar su venganza. El abandono de Solaria será el origen de una serie de circunstancias que obligarán a Gladia a abandonar Aurora en una nave de colonizadores, junto con sus dos robots: Daneel y Giskard, que se batirán encubiertamente con los hilos de la verdadera trama.


Si en las anteriores entregas se han ido colocando las ideas que darán coherencia a una de las mayores -y mejores- sagas del género, en esta novela aparecen se relatan explícitamente muchas de las referencias aparecidas en la saga de Fundación: qué ocurrió con Giskard, cuál es el origen de los poderes mentales de Daneel, qué suerte corrió la Tierra y qué papel desempeñó en el Amanecer, cómo se asentaron los primeros pilares del Imperio Galáctico o cómo se concebió la Ley Cero de la robótica; son algunas de las claves que motivan la lectura de este volumen.


Asimov continúa usando su estilo propio, con un tinte de novela policíaca. Abusa de los diálogos y los utiliza para expresar los intrincados razonamientos de sus personajes –en ocasiones, único indicio de lo que ocurre. Lo sorprendente es que sobre el fondo trascendental de los actos y decisiones de dos robots que pueden determinar el futuro de la humanidad Asimov nos teje una historia más leve en torno a nuestra conocida -y ya no tan volátil- Gladia. No sólo observamos cambios en el personaje, como sería de esperar tras veinte décadas en una visión realista, sino que somos capaces de relacionar éstos con diferentes influencias localizadas a lo largo de su pasado sin que esto nos cree una imagen totalmente diferente del personaje. Será siendo la misma Gladia afectuosa, pero mucho más fuerte.


Otro punto a favor en toda la saga es la explotación del contraste cultural. Hasta el momento había visto cómo Asimov se tomaba la licencia en primer lugar con los terrícolas de su hipotético futuro en referencia al propio lector, enfrentándolos en las sucesivas novelas con las peculiaridades de las sociedades de Solaria y Aurora -aunque sigo sin tener claro cómo se controla la población aurorana, teniendo una esperanza de vida de entre trescientos y cuatrocientos años y permitiendo dos hijos por persona; salvo que la propia longevidad alargue el proceso de madurez de manera escandalosa, cosa que parece ocurrir al menos académicamente, y sin embargo el hecho de que Mandamus sea descendiente de Gladia en quinto grado nos incita a pensar que no ocurre lo mismo en todos los ámbitos, al menos no a un ritmo deseable. En este caso añade un nuevo ingrediente: los colonizadores. Las personas que viven en los nuevos mundos comparten la vida corta de los terrícolas, aunque no su agorafobia. Serán entusiastas y belicosos, y desarrollarán una extraordinaria pasión por la Tierra.


Por otro lado, tranquiliza saber que también las reflexiones sobre conducta robótica están a la altura del resto de la saga. La formulación de la Ley Cero no parece tan forzada como cabía pensar en un principio, ya que diversas circunstancias a lo largo de ésta y anteriores entregas nos vienen justificando su deducción. Y la dificultad de los robots ante la violación de las Tres Leyes se hace fehaciente a lo largo de todo el texto.


Si has leído hasta Los robots del Amanecer, leer su continuación es un imperativo. De no hacerlo tus potenciales positrónicos quedarán bajo mínimos y te arriesgarás a un bloqueo mental.


Cuando esa nave me ordenó que la entregara, sabía que no lo haría, incluso si usted me lo pidiera. Por el contrario, chocaría alegremente contra ellos, así no la conseguirían. Y después, mientras iba viendo cómo su nave llenaba mi pantalla, pensé: “Si no se marchan, también la perderé”, y fue entonces cuando mi corazón empezó a palpitar y yo a sudar.


Para leer la reseña de Los robots del Amanecer haz click aquí.

3 comentarios:

Dors-seldon dijo...

Perdóname, pero sólo he podido leer la mitad, no porque no me estuviera gustando, sino porque me has puesto los dientes largos y además no quiero saber nada más del libro, del mismo modo que no he sabido nada de los anteriores que me he leído. Quiero sorprenderme con cada una de las páginas, disfrutarlo en todo momento, ya sabes que cuando me termine Marte rojo este será mi regalo :-p .

Un saludo!

Anónimo dijo...

Hastolfe?? No era Fastolfe??

Leralion dijo...

En realidad depende de la traducción. De hecho, en mis ediciones el nombre varía de un libro a otro.