viernes, mayo 23, 2008

3001: Odisea Final.

[…] Y sus maravillosos instrumentos continuaban funcionando, vigilando los experimentos iniciados eones atrás.

Pero ya no obedecían los mandatos de sus creadores. Como todas las cosas materiales, no eran inmunes a la corrupción del Tiempo ni a la de su paciente y fiel servidor, la Entropía.

Y a veces descubrían y trataban de alcanzar objetivos propios.

Arthur C. Clarke.



¿Cómo te sentirías si despertaras en una cama –o lo que crees que debería ser una cama- mil años después de la época que data tu último recuerdo? Esto es lo que le ocurre a Frank Poole, cosmonauta de la astronave Discovery, que es encontrado a la deriva cerca de Neptuno y revivido posteriormente en un laboratorio.


Con este disparatado argumento Arthur Clarke nos sumerge de nuevo en los misterios del Sistema Solar que ha ido planteando y desarrollando a lo largo de los tres volúmenes que, junto con éste, conforman la saga de las Odiseas. Aprovechando, obviamente, para introducir una serie de avances cuya materialización consideraba cuestión de tiempo. La perspectiva de Clarke, tal como él mismo indica en los diferentes prólogos y epílogos de sus obras, está claramente influenciada por los avances tecnológicos de la segunda mitad del SXX. Así da cuenta de eficientes dispositivos de almacenamiento de información –aunque describe un ritmo de desarrollo desconcertantemente lento-, de inhibidores mentales que corrijan a los inadaptados, de las consecuencias de la construcción de un ascensor orbital o de los esfuerzos por terraformar planetas vecinos.


Cabe destacar además la crítica implacable a las religiones. Tildándolas de producto residual e inútil, procedente de una época en la que su existencia estaba justificada como medio de supervivencia, y sólo alimentado por la locura de la raza humana.


Podríamos pensar que nos plantearía una sociedad irreconciliable con la actual. Si bien se señalan algunas diferencias -salvo por el hecho destacable de que las guerras parecen haber desaparecido y las religiones haber experimentado un acuciante declive-, el contraste no es desorbitado. Y las perspectivas en general son optimistas, al menos desde el punto de vista del autor.


También en esta entrega se introducen algunos capítulos por los que parece que Clarke guardaba especial simpatía, originales del primer, o del segundo, volumen; y algunos ya repetidos en el tercero. Que, junto con un puñado de guiños dedicados al mundo de la ciencia ficción -también algunos al de la Ciencia-, dotan a la novela de cierto carácter nostálgico.


Para aquéllos que quieran conocer el final de la saga resulta interesante. Aunque, si bien me ha agradado más que la tercera entrega, creo que no tiene comparación con 2010: Odisea dos. Y mucho menos con la mítica 2001: Una odisea espacial.



Para consultar otra reseña pertinente: 2061: Odisea tres.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mmmmh, mis favoritas de esta serie son 2.001 y 2.061, en ese orden. Esta última está bien, pero sólo para cerrar (definitivamente, bravo por Arthur) la serie.

Jo, me estás dando ganas de releerme todas las odiseas ¬¬