domingo, octubre 22, 2006

Dune.

Cuando uno termina de leer Dune tiene una sensación agradable. De que ha merecido la pena leerlo realmente. Dune no es una novela de ciencia ficción. Dune son muchas novelas de ciencia ficción. Es un universo condensado y mostrado indirectamente a través de una historia apasionante.

Arrakis: un planeta desértico donde el agua es el bien más preciado, donde llorar a los muertos es el símbolo de máxima prodigalidad. Paul Atreides: un adolescente marcado por un destino singular, dotado de extraños poderes, abocado a convertirse en un dictador, mesías y mártir. Los Harkonnen: personificación de las intrigas que rodean el Imperio Galáctico, buscan obtener el control sobre Arrakis para disponer de la melange, preciosa especia y uno de los bienes más codiciados del universo. Los Fremen: seres libres que han convertido el inhóspito paraje de Dune en su hogar, y que se sienten orgullosos de su pasado y temerosos de su futuro. Dune: una obra maestra unánimemente reconocida como la mejor saga de ciencia ficción de todos los tiempos.

La primera impresión que produce, a medida que te abres paso sobre los primeros capítulos, es que Frank Herbert revela el argumento en dos tiempos. Por un lado la narrativa convencional, por otro las referencias a supuestas obras posteriores que incorpora al comienzo de cada capítulo y aportan notas de quien ya conoce la historia. De esta manera introduce el autor en esa misma sensación de finalidad de la que es víctima el joven protagonista de la novela.

Salvo por las referencias a un Imperio Galáctico, la trama podría pertenecer perfectamente a una novela fantástica, ambientada en un mundo imaginario de condiciones inhóspitas. Un mundo cuyas intrigas políticas se dejan caer a lo largo de la historia cubiertas por un halo de superstición que no desaparece hasta el mismo final. Religión y misticismo están presentes en toda la historia. En los Fremen, en las Bene Gesserit, en la figura del propio Paul. Las extrañas habilidades psíquicas desarrolladas por algunos personajes, empleadas y aceptadas en la sociedad, en figuras militares, consejeros. Los mentat, un claro ejemplo. Se mezclan con un toque místico y respetable. Las profecías, las visiones y su incertidumbre. Todo contribuye a ese cúmulo de creencias, jerarquías, terminología que se va desvelando a medida que uno lee y no siempre queda tan clara, contribuyendo a la bola de nieve que te envuelve y que rueda inexorablemente hasta haber devorado la última página.

Otro punto a favor de la novela es la manera en la que muestra el choque cultural entre los recién llegados a un planeta de condiciones climáticas extremas y la población autóctona. El cómo las costumbres y creencias de una comunidad están íntimamente relacionadas con el lugar, con las carencias y necesidades. La inaccesibilidad de un pueblo susceptible de ser manipulado apelando a la desesperación y el fanatismo.

Para el lector de ciencia ficción que busque algo más que un manual de costumbres muy coherentes en una intrigante historia fantástica, la tecnología y la ciencia también están muy presentes en Arrakis. Los Fremen tienen todo un inventario de herramientas y procesos destinados a conseguir el agua que necesitan para vivir. Los destiltrajes, las trampas de humedad, las plantaciones mutantes, todo eso mitiga la apariencia bárbara de este pueblo en esencia guerrero que sueña con un mundo mejor. Algo, por otra parte, necesario y que muestra una vez más la habilidad con la que fue concebida esta novela. Uno de los epílogos profundiza, de mano del planetólogo imperial, en el vasto proyecto de terraformación y en los complejos mecanismos que rigen la ecología de Arrakis.

Los Harkonnen, por otra parte, son el estereotipo del malo, malo. Feo, repugnante, cruel. Malo, en una palabra. Pero malos con motivos, malos inteligentes. Los Harkonnen son la personificación de la intriga. Y un buen recurso para tener en vilo al lector.

En resumen, nada de lo que pueda escribir hará justicia a la novela, cuya riqueza va desprendiéndose en capas de cebolla a medida que avanzas con el libro. Lo recomiendo a cualquiera que esté interesado en el género. Yo diría que es una novela muy completa por no hablar de la reflexión que incita sobre la idolatría, el poder, y el conocimiento.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo recordar que, en el segundo volumen de la serie (¿puede ser Hijos de Dune? ya no lo recuerdo...), el autor, en el prólogo, hacía una reflexión sobre su primera novela y sobre por qué, como tú bien dices, no es una novela de ciencia ficción, sino una novela real.

Los Fremen son los más pobres y manipulables de entre todo el pueblo árabe, y la idolatría de éstos por Muad'Dib (que raya en la yihad que teme Paul Atreides) es el fanatismo religioso. Por otra parte, la melange de Arrakis es el petróleo de la Tierra. Quien tiene la melange, tiene el poder... ahora quizás ya no tanto, pero en la época en la que se escribió Dune, es una verdad como un templo. Y todos quieren el petróleo a toda costa. Y a cualquier precio.

Es una novela sencillamente genial: poder, corrupción, fanatismo, impotencia...

Un besote

Anónimo dijo...

Ya leeré el post cuando lea la novela. Lo apunto como recomendación