Es sabido por todos que a Mario no le gustan los niños. Le intimidan; ésa es justamente la palabra adecuada. Experimenté una oscura satisfacción dejándole a mi sobrino mientras me procuraba una caja de tabaco en el estanco que estaba al otro lado de la calle. Es imposible que haya escuchado la conversación, pero pude reconstruir una ficción que sin duda contará con la imaginación de los implicados.
-Mario, ¿tú en qué trabajas?
-Investigo, como tu madre. Los dos estamos en el mismo instituto.
-Sí, pero qué es lo que haces de verdad. Mamá mira ordenadores y cuenta partículas muy pequeñas.
-Bueno, yo… estudio las cosas que se ven en el cielo.
-¿Las estrellas, las galaxias y los planetas?
-Algo así.
En este punto –no puedo saberlo- Daniel utilizaría su recurso definitivo: esa mirada suya de azul celeste, un dardo de inmensidad que colma de agua océanos y mares. Predeciblemente Mario caería en la trampa.
-Estudio la primera luz del mundo, de todo, del Universo.
-¿De dónde viene la primera luz? –Preguntaría Daniel con las cejas enarcadas.
-Es más complicado… Lo que quiero decir es que esa luz no viene de una estrella, ni de un lugar determinado. Cuando se creó el Universo todo estaba muy junto, no había formas, todo se revolvía, hacía mucho calor, y sólo había pequeños granos, como las partículas que cuenta tu madre.
-Los quarks –aventuró.
-Algo así, como en una sopa hirviendo –eso pareció complacer al chiquillo, Mario dice que se animó-. Los granos de pasta se mezclan y giran con los trozos de verduras.
-Zanahoria.
-Zanahoria. Pero la cazuela se hace más grande y es más difícil calentar el agua, se va enfriando poco a poco. Y entonces los granos emiten luz. Muchos granos brillaron. Y como los granos lo ocupaban todo, la primera luz nos llega de todas partes.
-Es mentira.
-No, en serio. No la puedes ver porque es muy débil, viene desde muy lejos.
Daniel reprimiría un puchero, con el entrecejo fruncido. Dijo, parafraseando a su padre:
-A veces los adultos se pierden en fantasías, creen que Blancanieves existió de verdad.
Y os puedo asegurar que así es.
1 comentario:
A los niños los pierde el escepticismo.
Besos
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