domingo, julio 05, 2009

El naufragio de "El río de las estrellas".

Ya no quedaba nada de esa era. Sólo había una reliquia de los tiempos más austeros posteriores: un bastidor esquelético donde habían llevado a hombres y mujeres desesperados que soñaban con Marte.


El naufragio de "El río de las estrellas". Michael Flynn.


Cuando al género western se le dio un lavado de cara y se humanizaron algunos de sus elementos en busca de la paradójica combinación de realismo y profundidad surgió algo distinto que los entendidos decidieron llamar western crepuscular. La analogía que ya había condicionado la acuñación del término space opera persistió cuando títulos como El naufragio de "El río de las estrellas" nos hicieron partícipes de la evolución del subgénero de aventuras espaciales.


Su autor, Michael Flynn, fue galardonado por el premio Robert A. Heinlein en el año 2003 y quizá lo conozcáis por su saga de Firestar.


La bautizaron El río de las estrellas y en 2051 extendió sus velas superconductoras frente al viento solar. Debió de ser un espectáculo glorioso: el fuselaje nuevo y reluciente, las velas rielando bajo una aurora multicolor, la tripulación ataviada con guantes blancos y uniformes negros y plateados, sus pasajeros personas ricas y deliciosamente decadentes.





Así empieza El naufragio de "El río de las estrellas". Los límites de la space opera no son los únicos que rebasa esta novela. Es uno de esos textos que citas cuando los caprichos del humor te lanzan a una de esas situaciones absurdas en las que intentas desacreditar los prejuicios que gravitan en torno a la Ciencia Ficción.

Pasar por alto que la narración tiene un carácter hard sería lo más parecido a mentir sobre ese punto. No sólo en los detalles técnicos de la tecnología utilizada sino en las licencias formales: metáforas mecánicas, símiles cuánticos, hipérboles relativistas. Es interesante señalar el conflicto entre la tecnología obsoleta de la vela magnética y los modernos motores Farnsworth. Así como el puente entre un futuro distante y la terminología de navegación tradicional, que acrecenta la sensación romántica que transmite todo lo relacionado con la antigua técnica. A veces El río es un Pequod con motores de fusión, a veces la pequeña barca de Santiago. Es la tripulación, sin embargo, el contrapeso de este desarraigo humanístico y, sin duda, lo mejor de la novela. Seres desgarrados por su pasado, abrumados por la culpa o sobrepasados por un universo de posibilidades que se abre por primera vez ante ellos. Humanos de carne y hueso confinados en un carguero espacial de alquiler, saturado de recuerdos y viejas glorias, a la deriva entre Júpiter y el cinturón de asteroides. Altamente recomendable.

5 comentarios:

Luna dijo...

Realmente no lo conozco. veré que encuentro de él.

Besos

Gu dijo...

Suena a frikilibro. Creo que me lo apuntaré.

Leralion dijo...

Y creo, Gu, que a ti te gustará especialmente.

Anónimo dijo...

Leralion, debo decirte en primer lugar que me encanta tu blog, y seguidamente que a pesar que me gusta escribir de ciencia ficción, lo único que he leído son las novelas de Star Wars, y algún otro título por ahí perdido, así que tus artículos sobre novelas de este género, son un tesoro para mí.

Leralion dijo...

Muchas gracias, Juan Antonio. A veces pasan esas cosas. Por ejemplo, a mí me cuesta mucho escribir algo de Ciencia Ficción. Aunque espero que eso cambie algún día.