lunes, marzo 09, 2009

La ignorancia.

-Un error irreparable en la edad de la ignorancia.
-Sí.
-A esa edad es cuando la gente se casa, tiene el primer hijo, elige su profesión. Un día sabrá y comprenderá muchas cosas, pero ya será demasiado tarde, porque su vida habrá tomado forma en una época en que no sabía absolutamente nada.

La ignorancia. Milán Kundera.

No quiero engañar a nadie: La ignorancia no trata sobre ignorancia genuina. El título se refiere a la ignorancia de la tierra, de los amigos, de la familia. Cuando alguien se va, bien por necesidad, bien por iniciativa propia –al fin y al cabo, otra necesidad-, renuncia a muchas cosas. Acaso entonces no lo sepa. Cada vez que deja a personas, que se despide de ellas, las pierde irremediablemente. Lo que no quiere decir que se rompa la relación, o que no las vaya a volver a ver. Simplemente, cuando se produce un reencuentro, aunque sea en el mismo escenario –que nunca lo es, nunca lo vemos de la misma manera-, los personajes no son los mismos. Ni ellos, ni él, son los que eran aquella tarde. Aquella tarde se perdió en un nebuloso pasado, dejándonos muchas tardes: la tarde que Pablo recuerda en la terraza de una cafetería en la plaza de Riego junto a un hombre que fumaba en boquilla, o la tarde en que probamos aquel excelente helado de turrón que tanto gustó a Sara, la tarde en que Luis se atragantó con las pipas y recibió una regañina del camarero por haber ensuciado el suelo. Todas son reales y, ante todo, irreconciliables.


Kundera es un escritor emocional, que no un escritor de emociones. Hace tan sólo unos días hablaba con una amiga precisamente sobre si era posible o no reflejar en papel las emociones. Su respuesta fue no. Está claro que lo mejor de la vida no se puede sacar de un libro. La mayor parte de las veces sólo valoras las alusiones en libros tras haber vivido experiencias similares. Después de reflexionar un momento sobre ello, he llegado a la conclusión de que mi amiga tiene razón. La gracia de Kundera no reside en la exactitud de sus adjetivos, ni en el uso de un lenguaje fiel a la realidad. En ocasiones la gente se esfuerza intentando registrar cada detalle de una situación y se olvida de que nuestro cerebro no funciona así. Nadie recuerda cada detalle, y una descripción de ese tipo sólo puede darnos una sensación de presente. No podemos evocar el presente. Todas las emociones surgen del pasado. Los estímulos que nos emocionan adquieren su significancia en el pasado. Por eso con una minucia –una palabra, un color, un sonido- podemos poner en marcha los caprichosos engranajes de la memoria. A menudo esas claves no se perciben con la vista: vemos continuamente. Se dan, por ejemplo, situaciones en las que el olfato juega un papel fundamental. En el que la mera alusión a un olor provoca en el lector un torrente de emociones revividas sacadas de algún lugar en su cabeza y que Kundera nunca escribió.

7 comentarios:

Jorge dijo...

Así funciona la poesía, en último término. Así funciona cuando una imagen que no tiene sentido por sí misma, o que no puede referir a experiencias personales, sacude de arriba a abajo nuestra mente. Decía Neruda:

el quinto verso era
corto como un relámpago
y al escribirlo
me dejó en la razón su quemadura.


Y siento esa quemadura como propia. Cuando la gente piensa que escribir es dar con la descripción correcta de las sensaciones o los sentimientos, infravalora su propia capacidad sensorial, y desprecia (esto es lo peor) la magnitud de sus pasiones. Dice Benedetti:

yo nostalgio,
tú nostalgias,
y cómo me revienta que él nostalgie


Y cómo, cómo me revienta que él nostalgie.

Luis dijo...

Suponiendo que el Luis de las pipas sea yo: no me acuerdo.

Anónimo dijo...

Yo recuerdo un batido lila que...

(jo, va a haber que ir cambiando de chiste, que este ya está muy manoseado)

Anónimo dijo...

sigamos ignorando a tila tekila, no la queremos de vuelta ...

Anónimo dijo...

Afortunadamente, cuando volvemos a encontrarnos con alguien no somos los mismos.

Es la única forma de dejar cosas atrás. Las buenas, pero también las malas y poder reiniciar algo con alguien: olvidarás el día en que Luis se atragantó con pipas, pero también aquél en que alguien te ofendió.

Y ya has olvidado cosas.

Luna dijo...

Una parte del texto me hizo recordar unas palabras de Neruda:
"Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos..."
Y así es.

Besos

Sveret dijo...

'Chapó'. Diste en el clavo.

Érase una vez un batido lila y un hierro que servía para asegurar el coche...