martes, enero 13, 2009

El rayo verde.

Los aficionados a las curiosidades físicas pudieron leer en el Morning Post de aquel día la noticia siguiente:

<<¿Ha observado usted alguna vez la puesta de sol en un horizonte de mar? Seguramente, sí. ¿Ha seguido al resplandeciente astro hasta el momento en que desaparece rozando la línea de agua con la parte superior de su disco? Es posible. Pero seguramente usted no se ha fijado en el fenómeno que se produce en el instante mismo en que lanza su último rayo, cuando el cielo, limpio de brumas, ofrece una pureza inmaculada. Pues bien, la primera vez que encuentre la coyuntura –poco frecuente por desgracia- de hacer esta observación, no sucederá, como pudiera creerse, que hiera su retina un rayo rojo, sino un rayo verde, pero de un verde maravilloso, de un verde que ningún pintor puede obtener en su paleta, de un verde cuyo matiz no ha reproducido jamás la Naturaleza, ni en las más variadas tintas de los vegetales, ni en el tono de los mares más transparentes. ¡Si en el Paraíso existe el color verde, seguramente es ése, el verdadero color verde esperanza!>>.




Así nos presenta Julio Verne el rayo verde en la novela que lo lleva por título. Aunque el autor lo utiliza como alegoría de felicidad -vista como meta por unos personajes que se verán sorprendidos con lo que encuentren persiguiendo el más huraño de los sueños-, el fenómeno realmente se observa bajo las condiciones atmosféricas adecuadas.


Vamos a imitar a Aritobulus Ursiclos haciendo un alarde de pedantería. El rayo verde tiene su origen en los fenómenos de dispersión que experimentan los rayos solares con las partículas atmosféricas. El habitual color azul del cielo es la consecuencia de estas dispersiones durante la mayor parte del día. Sin embargo, cuando el Sol está bajo, sus rayos recorren más distancia en el interior de nuestra atmósfera. Las longitudes de onda azuladas son desviadas y dominan los rojos ¡y los verdes!


Podemos leer una explicación más exhaustiva y ver algunas fotografías en el Cuaderno de Bitácora Estelar o en la página de Andrew T. Young.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ah, y qué final taaaaaaaaaan bonito que tiene El rayo verde... casi toca mi fibra sensible.

Casi.

Luis dijo...

Pues yo nunca he vihto rayos verdes :(

Álvaro dijo...

¡El ultra-rayo! Bi-bi-bi-bi-bip! Uoooh!