lunes, julio 21, 2008

Tras el incierto horizonte.

Resultaba difícil superar Pórtico, esa espléndida novela que combina su originalidad con alusiones científicas, un argumento adictivo que toca la mayoría de temas candentes del género y una crítica hacia el sistema capitalista que tanto preocupa a Pohl en toda su obra. Las segundas partes casi nunca son buenas, les exigimos más y se nos presentan despojadas de originalidad. En este caso, si cabe, me preocupaba especialmente el último punto. Era evidente que el autor trataría de explotar el misterio de los Heechees para seguir vendiendo libros a costa de la misma idea. Bueno, es justo lo que ha ocurrido, pero Tras el incierto horizonte no es sólo una secuela de un clásico que pasará al olvido pasados dos meses tras haberla leído. La novela me ha enganchado casi tanto como su predecesora, salvando distancias.


Pohl ya no puede emplear páginas en explicarnos qué es Pórtico, ni los primeros indicios de una civilización extraterrestre desaparecida mucho tiempo atrás. Nos meterá de lleno en la exploración de un objeto Heechee capaz de transformar los elementos presentes en cometas errantes en comestibles. Robinette Broadhead financiará la expedición que lanzará a toda una familia a un viaje de más de cuatro años hacia la Nube de Oort, que podría no sólo hacerlos ricos sino acabar con el hambre en el mundo. Asistiremos a la evolución psicológica del personaje tras su tratamiento con Sigfrid –aunque, como punto en contra, diré que pierde el cáriz de antihéroe- y al modo de afrontar su dicotomía emocional. La necesidad de Robin por aprender temas de Astrofísica dará lugar a disertaciones de su programa científico Albert, que airean una vez más los conocimientos del autor en la materia y supongan quizá la clave de la desaparición de los Heechees.


Esta segunda entrega llama la atención por su frescura. Aunque no alcanza ni de lejos a su predecesora como novela psicológica, la saga se presenta prometedora.

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