Sabes que el dolor desaparece cuando reúnes el valor necesario para airear las palabras que garabateaste a desgarrones de papel. Las has leído tantas veces, y temido la perspectiva de que salgan a la luz. El día menos pensado te parece un texto genial. Lo que es un decir, porque nunca te contentas. Pero crees que modificando un poco aquí, cambiando esto y quizá contando aquello, podría salir algo legible de todo ese batiburrillo de emociones. Los mejores fragmentos son los que no se escriben. Los lectores lo notamos, aunque no siempre somos conscientes, cuando un párrafo no se escribe. Estos retazos sentidos son la chispa en los relatos. Los puntos de contacto -las debilidades que claman condumio a altas horas de la noche-, que ganan adictos a un todo con cabeza. Porque las emociones son caóticas y afloran súbitamente del orden que permite dotarlas de sentido. Por eso, cuando unos trazos superan la prueba de fuego, y perduran en el cajón tras cuatro meses de lecturas sucesivas, vale la pena conservarlos. O incluso incorporarlos a una entidad mayor. Para que el olor a mueble cerrado, a recuerdos, pueda alcanzarnos aun allí donde nos empeñemos en guarecernos.
2 comentarios:
La foto mola, eh? jeje. Y me gusta mucho la etiqueta de "Monólogos del pintor Strauch".
Ah, y el texto, claro.
si no los desempolvas no podremos juzgarlos asi que ya sabes..jeje
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