domingo, marzo 02, 2008

Votemos, coño.

La mayoría de la gente parece entender hoy en día la esencia de la democracia. Los medios de comunicación saturan a diario nuestros oídos con palabras como tolerancia, derecho o responsabilidad. Sentimos que podemos contribuir con nuestra opinión, apreciamos el ser tenidos en cuenta a la hora de decidir quiénes nos gobiernan. Nos damos cuenta de que nuestro voto es necesario, ya no sólo en el conteo, sino en esa bola de la que emerge la conciencia social, como un nuevo organismo a partir de sus células. Una conciencia demócrata, una sociedad en la que sus ciudadanos son partícipes de la vida política, se esfuerzan por discernir sus ideas entre toda la oferta de programas electorales aunque no se ajusten como quisieran. Se sienten responsables de su voto, como el que tiene un niño a su cargo y ha de lograr que madure, que se sirva por sí mismo y que sea consecuente con lo que haga. Jamás lo abandonarían, ni lo venderían al mejor postor. Ciudadanos que estén orgullosos de poder expresarse.

Sin embargo, bajo toda esta careta de buenas intenciones se esconde un verdadero lobo. La mayoría de los españoles tiene el voto decidido para los próximos veinte años de elecciones. Los mítines se convierten en espectáculos en los que un líder alienta a sus partidarios a seguir defendiéndole hasta el final de la encarnizada batalla. En los bares ya no se habla de otra cosa, sólo de fútbol, la política no se diferencia de un Madrid-Barça. Los jóvenes llegamos con ideas arcaicas, ingenuas o incluso peligrosas. Nuestro voto cuenta para desgracia del sistema democrático. Nuestras ideas son fruto de una ignorancia debida a no haber vivido en la Transición. Nuestras críticas se interpretan como ataques infundados contra la democracia por unos padres que en su día fueron reprochados y censurados por no comprender el horror de una guerra. Las nuevas hordas de fanáticos lamentan la pérdida de ideales de una época de manifestaciones y recriminan el pasotismo y el conformismo que han proporcionado a sus hijos, que hablan sin medida de cosas que no entienden y además no mueven un dedo por cambiar. Sólo protestan en la mesa, se levantan con el estómago lleno y se sientan frente al maldito ordenador. Hace treinta años no había ordenadores. Los universitarios salíamos a la calle a reclamar nuestros derechos. Ahora sólo se manifiesta la Iglesia. Que, por cierto, tiene página web.

Parece que, después de todo, la naturaleza humana impera sobre las convicciones. La apuesta por la democracia nunca supuso la hegemonía de ninguna ideología. Al menos en la teoría. Afortunadamente, en el interior de la cabina no habrá nadie tendiéndonos papeletas. Las pequeñas dictaduras hogareñas sólo son de boquilla; gracias, por fortuna, a la lucha de nuestros olvidadizos padres.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo ya voté.

Leralion dijo...

Claro, porque los exiliados tenéis enchufe y votáis antes.

Anónimo dijo...

Si fuera verdad eso de los jóvenes. Io sólo veo la repetición de las consignas de toda la vida. Este es un facha, el otro un progre. Espíritu crítico, ja. El voto de la juventud, ja. La juventud es una prolongación de los senior, salvo el porcentaje ese que no cuenta.

Anónimo dijo...

claro que sí. lo peor es que los que no hacen uso de su derecho a votar luego son los primeros en criticarlo todo, en fin.

Anónimo dijo...

vaya vaya vaya, xo si es raúl!! cuanto tiempo, jeje, el chico de la "capi", pues q sepas q aki en la villa mierense q tienes tan olvidada se ven ls montes nevaos! :)

sinceramnt no lei todo el texto, jaja, xo sip! hay q votar! es nuestro derecho! los q no votan si no pudieran votar fijo q taban pidiendo el derecho a voto!

Anónimo dijo...

por cierto, vendras a mieres para votar o lo haces por correo?? jaja, q no t veo na el pelo!!!!!!!!!!!!!

Anónimo dijo...

a ver si encuentran algo mejor q la democracia ...

Anónimo dijo...

Estaría bien. En esencia, la democracia es una tontería. Hay una justicia simple y terriblemente natural en la ley del más fuerte. ¿Que el más fuerte puede ser un tirano? El más inteligente también. Y el más carismático. De las maneras de llegar al poder por méritos personales, la democracia elige la más hipócrita. Io al menos respeto más la fuerza o la inteligencia que saber sonreír, vamos.

Anónimo dijo...

La democracia se anula cuando la población se divide básicamente en dos partidos. El sistema bipartidista es lo más alejado de la democracia que la democracia permite.
¿Porqué el voto de un catalán, vasco o madrileño vale más que el de un asturiano?

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