Cuenta el propio Cook, en sus anotaciones del 3 de junio de 1769: Este día resultó ser tan favorable para nuestro propósito como lo habríamos deseado; no vimos ni una sola nube, y el aire estaba perfectamente claro, de modo que tuvimos todas las ventajas que pudiésemos desear para observar el pasaje completo del Planeta Venus sobre el disco del Sol: claramente distinguimos una atmósfera o sombra nebulosa que rodeaba al Planeta, lo cual afectó enormemente los momentos de contacto, particularmente los dos internos.
Podríamos dedicar toda la entrada a esta apasionante historia del S.XVIII. Pero daremos un salto de doscientos años, justo hasta el momento –julio de 1971- en que fue lanzado el Apolo 15. El comandante Scott alunizó en el Mare Imbrium e hizo un reconocimiento a través de la escotilla superior del módulo lunar. Poco después Scott e Irwin probaban por primera vez sobre el terreno un rover lunar (LRV). Worden permanecía mientras tanto en el módulo de mando, al que habían bautizado Endeavour.
En 1992 se lanzó por primera vez el transbordador Endeavour, capturó y volvió a poner en órbita el satélite de comunicaciones averiado Intelsat VI. Desde entonces llevó a cabo numerosas misiones.
En 2161 se detecta lo que parece un asteroide de tamaño considerable cuya órbita rodearía al Sol en una trayectoria momentáneamente más cercana a la de Mercurio y se alejaría de nuevo hacia las estrellas. Las mitologías griega y romana se habían agotado hacía tiempo, por lo que se recurrió al panteón hindú: el asteroide pasó a la historia con el nombre de Rama.
El comandante Norton, al mando de la astronave Endeavour, será el encargado de dirigir la misión de reconocimiento.
¿Qué es Rama? Un asteroide. Un misterio. Rama es un Arca cósmica enviada para salvarnos. Rama es la respuesta. Rama es un huevo cósmico, incubado por los fuegos del Sol.
Por lo que a mí respecta, Arthur C. Clarke lo ha vuelto a lograr. Cita con Rama data de 1973, y no entiendo cómo no había oído hablar antes de él como de otros clásicos del género, algunos del propio Clarke. No esperemos un argumento demoledor, lleno de acción y aventura; ni siquiera unos personajes memorablemente caracterizados. La obra es básicamente una descripción, que cuida hasta el más mínimo detalle. Un claro ejemplo de ciencia ficción dura. Pero no se hace para nada ardua de leer. Y, por supuesto, a pesar de todas las cuestiones que se dejan en el aire, yo no veo tan necesarias las continuaciones que la han seguido. Aún sin haberlas leído, he leído críticas y entiendo que su calidad sea notablemente menor. No comprendo la obsesión que ostentan algunos aficionados por que todo quede explicado y suficientemente mascado. A pesar de todo, esto es un negocio. Y las continuaciones están ahí para quien quiera leerlas. Quizá me anime algún día.
4 comentarios:
Uuuuh, estuve dudando si comprarme ése o Dioses menores de Terry Pratchett. Al final pillé el segundo... y ahora leyendo tu reseña no sé si debería haberme sacrificado y haber pillado los dos :-S
Siempre estarás a tiempo.
Caaasi me convences, je!
Aunque prefiero "El fin de la infancia", ésta es también una gran novela y quizás más sólida en cuanto a ci-fi hard. Es decir, que si prefieres la ci-fi con una buena base científica ésta es la novela que te hará pensar que cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia...
Imprescindible.
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