sábado, mayo 26, 2007

La tapa de alcantarilla

Esta semana, qué importa el día, esperaba en la parada habitual. Obras, algunas casas, la marquesina tan sucia como siempre. Tanto que suelo evitar acercarme a ella. Me quedo en la acera, con la mirada perdida en la red de cuadraditos grises. De vez en cuando me llama la atención la mancha amarronada que me recuerda el sabor metálico de la sangre. Está justo debajo de un viejo letrero que otrora señalara un local. Quizá tuviera necesidad de pensar en algo y dejar deslizar el tiempo, o bien la exasperación de la rutina me incitara a fijarme en más detalles. Las obras, las hojas caídas, un rosal florecido más allá del paraje gris, junto a la torre de electricidad. A un lado y al otro, de pronto la calle se me hizo demasiado estrecha, demasiado oscura, demasiado fría. Las nubes que auguraban tormenta, las personas a mis flancos erosionadas por el día a día, o el ya intolerable rugido de los coches. Tan inadvertido frente a mí, sobre polvo, tierra, excrementos, un matillo formado en la parte más hundida de una tapa de alcantarilla, crecía musgo. Musgo desconcertantemente verde sobre el gris. Y a su alrededor nada. Piedra, hormigón, metal. Nada. Se me antojó de golpe aquella existencia tan fútil, tan vana, tan desgraciada e infortunada. Apenas conscientemente intenté sentir cierta empatía con el musgo, cayendo en lo disparatado de la idea. El musgo es, sin preguntarse por qué. Es donde es, no añoraría crecer en la corteza de un árbol, formar parte de un mundo más acorde a su condición, rodeado de más afines. Simplemente es, ajeno a tantas cosas, su mundo en una tapa de alcantarilla. Parece inevitable el imaginarse nuestra tapa de alcantarilla. Viendo cómo la vida se abría paso en los intersticios de cemento, como una lacra, manchando, discordando, cambiando, destruyendo, sin finalidad aparente. Todo se volvió tan vacío, una suerte de locura sin sentido. Al fin llegó. El autobús. Por sus escaleras me subí de nuevo al transcurso de acontecimientos del día. El musgo siguió allí, seguro. Al día siguiente no me fijé en la alcantarilla, ni al siguiente. Quizá mañana…

1 comentario:

Anónimo dijo...

jaja, me pusist un post! acabo de velo, q ilu! esq no se q ponerte! jaja
un besin!