—¡He visto las nubes Mama! ¡Ahí fuera, sobre nosotras!
—Dime pequeña, ¿te han gustado? Son vapor de....
—¡Se mueven Mama! —No tenía razón para escuchar—. He visto las nubes moverse y he sentido el deseo de acompañarlas.
Y Mama percibió el tono solemne de esto último, sin apenas reprimir un respingo.
—¿Y abandonaría, mi niña, a Mama por su milagro?
A lo cual su niña respondió
—Mama tiene a Papa. Mama es feliz, y ha encontrado sosiego en un hogar. Aunque quisiera no respondería a la llamada.
—¿Y Manla? ¿Qué le hace desear a Manla marcharse con las nubes?
—Manla encuentra satisfacción en ellas, al igual que Mama encuentra satisfacción en el hogar. En este lugar Manla sólo puede aspirar a la vida de Mama, pues no puede ofrecerle otra cosa que la que tiene, no otra si no su satisfacción.
—Pero, comprende, de irse Manla se disiparía la satisfacción de Mama en el hogar. Y querría recuperar a Manla.
—Y buscaría inútilmente el rastro de las nubes, para verlo y regocijarse hasta el suspiro en el recuerdo. Sabe pues, que de haber querido partir, Mama lo habría hecho mucho antes. El hogar es la satisfacción de Mama, y la marcha de Manla tan sólo un mal menor.
5 comentarios:
Vaya bien que habla la guaja, de que promoción de filosofía ye, oh? :-P
Jejeje, lo has notado. Este texto lo escribí hace ¿dos? años, tras leerme Siddharta.
¿Siddharta? Qué ye eso, sonar suéname.
Seguro que sí.
en una palabra: terrorifico
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