miércoles, diciembre 27, 2006

Horus, Señor de la Guerra.









Las semillas de la herejía.



Con el título y el encabezamiento, así titula Dan Abnett -o la editorial, vaya usted a saber- la primera entrega de la saga de la Herejía de Horus. Pensé que sería otra ocasión desaprovechada de explotar su apasionante trasfondo por parte de los chicos de la Games-Workshop, pero me equivoqué. Realmente me equivoqué. Aunque he de reconocer que me emociono fácilmente con estas cosas.

La novela nos sitúa a 200 y pico años tras el inicio de la Gran Cruzada. El Emperador ha decidido regresar a Terra y nombrar a su más estimado hijo, Horus, Señor de la Guerra. Desde el punto de vista de su legión Astartes, los Lobos Lunares, conoceremos el día a día de los Marines Espaciales en plena Cruzada. No nos propondrán una historia muy intrincada ni un argumento soberbio, pero sí mucha acción. Y lo verdaderamente importante, dudas y reflexiones de todos esos personajes acartonados a los que estamos acostumbrados y que son una verdadera mina. A través de ellos descubriremos un nuevo punto de vista, muy distinto del radicalismo imperial al que nos tienen acostumbrados; comprenderemos la actitud de la Cruzada en sus inicios, veremos que las ideas evolucionarán de un modo u otro y se intentará proceder del modo más adecuado, veremos el carácter laico del Imperio del Hombre, intuiremos la verdadera amenaza y lamentaremos realmente el desenlace conocido y no expresado en este libro. Porque realmente el trasfondo de Warhammer 40,000 no es un trasfondo de guerra, es un trasfondo de oscuridad, decadencia, miedo, muerte. No por la guerra en sí, sino por los horrores y diferencias que se pueden encontrar en una galaxia desconocida y por la propia naturaleza humana. Y esa impotencia, el saber lo que pudo ser y no fue, el conocer el futuro diez mil años después, da bastante que pensar.

Un punto temido por el aficionado con cerebro es el de poner voz a los Primarcas. Esos gigantes tan mitificados serían muy difíciles de representar. Sin embargo, su intervención no me ha horrorizado en ningún momento. Hasta diría que es uno de los alicientes más atractivos de la novela. Además el texto está salpicado de guiños al trasfondo.

En resumen, es una novela imprescindible para el aficionado. Pero también de poco o nulo interés para el que desconozca todo el trasfondo.

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