Ayer mi padre me trajo una bolsa con doce pimientos rojos bastante generosos de la Fiesta de los Pimientos de Castilla, que al parecer celebraron este año pasada por agua. Y me dije, ya que odio tanto a Shin Chan por su mal gusto ¿por qué no dedicar un espacio en el blog a mis apreciados pimientos? No sólo me encantan, sino que son todo terreno, como quien dice. Puedes freírlos, asarlos, cocerlos, rellenarlos o simplemente comerlos crudos. Y con todas las opciones se me hace la boca agua. Por esto algunos me tildaran de estrafalario, pero soy capaz de comerme un pimiento a mordiscos como si se tratara de una de esas sabrosas y exquisitas manzanas verdes, con la diferencia de que no acabaría con las encías resentidas.
Por eso ahora -justo cuando traigo una fartura de agárrate, como se diría por aquí, de pimientos rellenos de carne- invito a todos desde este blog, pequeños/as y mayores, hombres grises, engendros, Gudrilkjas y demás fauna. Al lector en general. A que acompañen sus comidas con este entrañable vegetal.
1 comentario:
Psss, fritos y poco mas, yo estoy peleao con lo verde en general. Pero he de reconocer que una fuente de patatas, berenjenas y pimientos fritos... grrrrrr, se me hace la boca liquida.
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