domingo, marzo 11, 2012

Una versión semiótica de Milan Kundera.

A estas alturas no es ningún secreto que Milan Kundera forma parte de mi lista de autores favoritos. La interpretación que ofrecen sus novelas ayuda a identificar el momento que estás viviendo; actúan, por decirlo de alguna forma, como un pozo al que asomarse y mirar en qué te has convertido.


Para que el hombre sea hombre, tiene que atravesar la imposibilidad del retorno. Todas las situaciones básicas de la vida son sin retorno.

La broma. Milan Kundera.


Escribía en otra ocasión que Milan Kundera es un escritor emocional, que no un escritor de emociones. Hablaba del juego de la óptica, de la incapacidad de evocar el presente o de recordar una versión purista del pasado. Del carácter retrospectivo de las emociones, articuladas siempre con la visión que, a modo de ficción, hemos ido confeccionando de nuestras experiencias; de la propia vida. Su primera novela, La broma, gira precisamente en torno a este dilema: la concepción teleológica de nuestra vida. Es el devenir mismo de acontecimientos el que fragmenta nuestro destino, como una red de variables que convergen en nódulos a los que atribuimos una importancia crucial. Estas confluencias se expresan en momentos que grabamos a fuego como referencia y erigimos en mitos, clavos ardiendo a los que agarrarnos que cuidamos de manera regular, reforzándolos y conmemorándolos con una suerte de liturgia interiorista con la que pretendemos amueblar nuestra cabeza y dar sentido a nuestros actos.

Lo que se nos descubre en la novela es que hay en esta práctica común una instrumentalización de la realidad, una tiranía hacia nuestros semejantes al adscribirles el papel de musa, villano, amigo o buen samaritano. Al estereotiparlos negamos su diacronía: los congelamos en el tiempo. Ejercemos un despotismo natural, degradándolos a meras piezas en nuestro mecanismo perfecto.

Porque no son los enemigos los que lo condenan a uno a la soledad, son los compañeros.

La broma. Milan Kundera.


Y por eso, cuando volvemos a verlos, tenemos que lidiar con el pavor de sentarnos frente a un desconocido.

1 comentario:

Mi casa de juguete dijo...

A mí este escritor siempre me deja mal cuerpo, tal vez porque narra las verdades de forma desenmascarada... Pero ahora que me lo has recordado, volveré a él...

Feliz domingo!