viernes, julio 02, 2010

El comienzo: Isaac Asimov.

Conocí a Susan Calvin en el verano de 2004. Era una robot-psicóloga reconocida internacionalmente. Su talento y su carácter eran casi legendarios. Según los cómputos ordinarios ella debería tener veintidós años -yo tenía dieciocho-, pero había vivido varias décadas más. Se había convertido en una mujer de mediana edad. También la conocí de vieja. Fue posible porque vivimos en universos diferentes. Yo envejezco progresivamente y ella sólo se transforma en mi cabeza, con mis valoraciones, mis juicios y mis marcos de referencia; se transforma con la acción activa de la memoria, cuando recompone y racionaliza los recuerdos deteriorados; podríamos decir que también envejece, pero tiene siempre la misma edad.


Había terminado el primer curso de la carrera. Recuerdo perfectamente la enorme pereza que me dio estudiar el último examen –de Química General- cuya convocatoria se demoró hasta la primera semana de julio. Por alguna razón las leyes de la robótica me interesaban mucho más que la forma de los orbitales moleculares. Yo, robot fue sólo el comienzo. Durante el resto del mes me entregué a la saga de Fundación. En agosto me fui de camping a Llanes con unos amigos y en las fotos de aquellos días puede verse una edición de la secuela Fundación y Tierra, cuya lectura llevaba ya bastante avanzada. Antes de Asimov sólo había ensayado tentativas de acercamiento a la ciencia ficción de la mano de Aldous Huxley, Robin Cook, Julio Verne y algunos títulos ambientados en el universo de Warhammer 40K. Después, todo estalló; el cosmos se expandió vertiginosamente y aparecieron las primeras estrellas; se formaron las primeras galaxias, que integraron los primeros cúmulos; en una pequeña fracción de segundo una sola célula evolucionó hasta convertirse en organismos complejos y la humanidad dirigió su mirada a las estrellas; se desentrañó la geometría del universo, se desarrolló el motor hiperespacial y comenzó la diáspora; se descubrió el parauniverso; las primeras colonias mantuvieron una relación de hostilidad con la vieja Tierra; muchos mundos permanecieron aislados hasta que el poder central del Imperio de Trántor los unificó bajo una sola bandera; se perdió la memoria, se perdieron los orígenes. Después de Asimov vinieron Stanislav Lem, Ray Bradbury, George R. Steward, Philip K. Dick, Frederik Pohl, Arthur C. Clarke, H. G. Wells, Larry Niven, Kim Stanley Robinson, Frank Herbert, Gregory Benford, Greg Bear, Orson Scott Card, Alfred Bester, Olaf Stapledon, Joe Haldeman, Robert Heinlein, Theodore Sturgeon, Kurt Vonnegut y muchos otros. Lo que quiero decir es que, a pesar de no ser mi autor de ciencia ficción favorito, Asimov marcó un antes y un después en mi trayectoria como lector y siempre lo consideraré uno de los grandes.


Hace ya seis años de ese primer contacto, de que aprendiera que la violencia es el último recurso del incompetente y de que compartiera de manera tan especial la idea de que las acciones humanas no puedan ser (¡de ninguna manera!) lógicas; y, para conmemorarlo, decidí abordar la lectura de uno de los títulos que ha conseguido escurrírseme una y otra vez: Los propios dioses. Entremedias liquidé buena parte de sus novelas de robots, donde Asimov compagina diestramente el género policíaco con paradojas positrónicas, choques culturales interplanetarios y látigos neuróticos; viajé en el tiempo de la mano de Andrew Harlan en El fin de la Eternidad; y seguí el hilo temporal de la trama global en dos novelas de la Trilogía del Imperio, donde Asimov hace alarde de otra de sus grandes pasiones tendiéndonos una analogía con la historia, presentando una galaxia medieval. Aunque, para ser justos, no todas estas novelas se mantienen al mismo nivel, no debería ser motivo para desmerecer a las que brillan por sí solas.


-Ojalá no tuviera que oír hablar a los terrícolas. Pero soy una guía de turismo y tengo que escucharles. Todo lo que dicen lo he oído un millón de veces, pero lo que oigo más a menudo… -Y empezó a imitar el acento entrecortado del típico terrícola al hablar el lenguaje planetario-: “Dios mío, ¿cómo pueden ustedes vivir siempre en cavernas? ¿No sienten una terrible claustrofobia? ¿No desean jamás ver el cielo azul, los árboles, el océano, notar el viento y oler las flores…?” ¡Oh, Ben! Podría citarte infinidad de frases parecidas. En seguida añaden: “Aunque tampoco han visto nunca el cielo azul, el mar y los árboles, de modo que no pueden sentir nostalgia por ellos.” […] Me gustaría decirles: “Escuche, señora, ¿por qué hemos de interesarnos por su condenado mundo? No nos gusta estar colgados de la superficie de ningún planeta, esperando caernos o que el viento nos lleve. No queremos que el aire nos envenene y nos moje el agua sucia. No queremos sus malditos gérmenes, su maloliente hierba, su insulso cielo azul y sus necias nubes blancas. Podemos ver la Tierra en nuestro propio cielo cuando se nos antoja, lo cual no ocurre casi nunca. La Luna es nuestro hogar y es exactamente como nosotros la hemos hecho. Es nuestra propiedad y fabricamos nuestra ecología, y no tenemos necesidad de que nos compadezcan por ser como somos. Vuelva a su mundo y deje que su gravedad le haga colgar los pechos hasta las rodillas.” Esto es lo que les diría.

Los propios dioses. Isaac Asimov.


La ciencia ficción de Asimov es fluida, evita los territorios farragosos de los textos hard sin perder rigurosidad. Es directa, adoptando el diálogo como componente indispensable de su prosa, que utiliza para profundizar en los razonamientos de los personajes y para sorprender al lector con elementos que no se habían presentado antes en la narración. Ofrece, sobre todo, un esfuerzo singular de imaginación y una cantidad inagotable de ideas. Esto es palpable hasta el punto de que algunas novelas puedan parecer fruto de una idea genial –la psicohistoria, las Tres Leyes, Gaia, son sólo algunos ejemplos-, presentadas como excusa para dar forma a la idea primaria. Con la primera parte de Los propios dioses me sobrevino una impresión similar. La bomba de electrones es una gran idea y merece sin duda un rincón en la ciencia ficción. Sin embargo, la novela entraña muchas más sorpresas que os animo a descubrir.


Entre todo lo que he escrito, es la segunda parte de Los propios dioses lo que me hace sentir más orgulloso.

Isaac Asimov.


Pero es posible que sus lectores no estemos del todo de acuerdo con él. Hay tanto dónde elegir...



7 comentarios:

Álvaro dijo...

Yo estaba enganchado a "Nemesis" cuando me olvidé el libro al bajarme del tren en la estación de Cambridge. Lo compré en una tienda de segunda mano y ahora no lo encuentro :(

Desde que vivo en Reino Unido, me pasa un poco lo mismo que a la guía turística de Asimov...

Salud camarada.

Luna dijo...

Las palabras de Selene según creo.
Los propios dioses fue lo último que lei de él porque no podía conseguirlo.
Todo lo demás ya lo tenía.

Besos

Sufur dijo...

Yo también entré en el universo de la ciencia ficción a través de Asimov, algunos años antes que tú. Siempre me ha parecido un escritor inteligente pero no pedante, lo cual es muy de agradecer.

De entre sus novelas, yo también tengo como la mejor "los propios dioses", aunque disfruté más con la primera parte que con la segunda (qué forma magistral de reflejar las humanas debilidades de los científicos). También disfruté enormemente con "el fin de la eternidad" y con la trilogía original de la Fundación (con las siguientes el nivel bajó un poco). "El hombre bicentenario" me parece exquisito, así como la película me pareció horripilante. De cuando en cuando sigo releyendo algunos de sus relatos...

Y no olvidemos sus ensayos de divulgación. Creo que cualquier persona medianamente culta debería leer "la relatividad del error" al menos una vez en su vida.

Leralion dijo...

@Álvaro: En España sí que se ven ediciones de "Némesis", y también lo tengo visto en inglés en los aeropuertos.

@Luna: Qué memoria, son de Selene. Siempre me cuesta recordar los nombres de los personajes.

@Sufur: A mí también me ha gustado mucho la primera parte, recuerda bastante a la vida real. Has despertado mi curiosidad con "La relatividad del error", lo buscaré.

Gracias a todos por comentar. :)

Dors-seldon dijo...

A mi modo de ver, igual que J.K. Rowling me marcó en mi infancia y me introdujo junto con un gran número de niños a la lectura, con Asimov di el gran salto, y aunque me pillo algo más verde que a ti (mi primer libro suyo fue con 15 años que ahora estoy releyendo en inglés), no me dejó de sorprender y adentrarme en una lectura más seria. Además nadie mejor que tu sabe todo lo que ha venido después, gran parte de ello gracias a ti, aunque muy por detrás, ¡Tio lees demasiado rápido! ^^

Los propios dioses fue una novela que me sorprendió enormemente. La parte de la triada me costó muchisimo continuarla pero cuando la terminé fue el final con el que me quedé, porque aunque sigue bastante interesante con la parte lunar, el final no es tan "espectacular".

Asimov es el claro ejemplo de que con un vocabulario y forma clara se puede expresar mucha complejidad al alcance de todos.

Un abrazo!

Leralion dijo...

Yo decía que una entrada de Asimov no estaría completa hasta que tuviera el comentario de Dors. Ahora todo está bien. ;)

Lobo7922 dijo...

Asimov también marcó un antes y un después para mi. Ciertamente había leído mucho de él durante mi pre adolescencia, pero no fue hasta que entré en la Universidad que me dediqué a leerlo con tenacidad.
Asimov fue un genio, no solo por su ficción, en realidad todos sus libros son de admirar, la facilidad que tenía para explicar los conceptos mas oscuros de la ciencia es algo sin igual hoy en día.