De todos modos, llegaron con tiempo suficiente para asistir a la bendición del barco de Pavo. Iba a llamarse Endeavour, y Pavo y Jalila rompieron juntas la botella de vino en su proa antes de que deslizara a las aguas completamente negras del puerto con un enorme chapoteo blanco.
Este fragmento me trae a la memoria el brillo de los viejos tiempos. Un brillo despedido por la insidiosa combinación de ilusión y de ignorancia. Pero lo mejor de la cita, y el verdadero motivo que me ha incitado a escribir esta entrada, es que también me transmite una sensación sobre el futuro. Porque me ha vuelto a recordar que a pesar de saber que las estrellas lucen gracias a tremendas reacciones de fusión y que se valen del vil hidrógeno para subsistir, que un día agotará su voracidad y comenzarán a devorarse cual bestias a sí mismas, y que por fin se condenarán a una lenta agonía por inanición; que a pesar de divertirme con Milton cuando dice en El Paraíso Perdido:
Llevose la mayor parte de luz
De su santuario envuelto por las nubes
Y la puso en el sol, orbe poroso,
Hecho para recibir y embeber
El líquido fulgor, sólido para
Acumular sus concentrados rayos,
Ahora el gran palacio de la luz.
Que a pesar de desdeñar sus advertencias:
Lo demás lo ocultó el gran Arquitecto
Sabiamente del hombre y de los ángeles,
Sin divulgar sus secretos para que
Los examinen aquellos que más bien
Debieran admirarlos: o si quieren
Devanar conjeturas, ha dejado
La fábrica de los cielos abierta
A sus disputas, tal vez para reírse
De sus raras y vagas opiniones
A lo largo del tiempo, cuando empiecen
A modelar el orbe y calcular
Las estrellas; cómo manejarán
Esta inmensa estructura; cómo la
Construirán, derribarán, dispondrán
Con el fin de atenerse a la apariencia;
Cómo ceñirán la esfera esbozando
En ella ciclos y epiciclos, céntricos
Y excéntricos, un orbe después de otro.
Y que a pesar de lo que pudiera escribir de todo esto, aún queda mucho por hacer. Y, como Pavo, es hora de hacerse a la mar y continuar ese viaje que nunca hemos de truncar mientras nuestra existencia lo permita. De vez en cuando trazaremos nuestra ruta sobre la carta de navegación y diremos que nuestras maniobras han sido dignas del más torpe entre los grumetes. Y tendremos la sensación de ser tontos que se renuevan continuamente a sí mismos. Nos mortificaremos sin caer en la cuenta de que ser tontos es lo mejor que tenemos.
Musgo de Vida es una novela corta de Ian R. Macleod, que nos venden como escritor británico de ciencia ficción y fantasía. Nos presenta las andanzas de Jalila, una adolescente que llega a la ciudad desde las montañas donde ha de acusar todos los cambios experimentados tanto en su entorno como en sí misma. La acción se desarrolla en el planeta Habara. La ciudad Al Janb permanece envuelta en una atmósfera arabesca. Los mercados, las sedas, la sensualidad o las referencias continuas a Las Mil y Una Noches son claros ejemplos de elementos que la conforman. A lo que se añade un complejo calendario de estaciones y climas de lo más diversos a medida que transcurre el largo año del planeta. Jalila tendrá que lidiar también con su propia sexualidad y los peculiares tabúes de la cultura autóctona que darán al relato un barniz de originalidad.
Terminaré esta caótica entrada con otra cita de Musgo de Vida:
-Pero, ¿podré regresar?
-Por supuesto. Pero debes recordar que nunca podrás regresar al lugar que has abandonado.
2 comentarios:
He leído esta novela corta, parte de una colección muy interesante que, desgraciadamente, no ha añadido más títulos.
No me pareció mala pero tampoco lo mejor de dicha colección. Aunque no me ha quedado clara tu valoración.
Hola, Solaris. Me alegra leerte por aquí. El relato se deja leer. Para mí peca de presentar un ritmo bastante errático, pero me compensa el sabor nostálgico que me dejó.
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