-Sólo su verdadero nombre hace reales a todos los seres y todas las cosas –dijo ella-. Un nombre falso lo convierte todo en irreal.
Llegaron a las extrañas tierras azules y les pusieron sus nombres: ensenada Hinkston, cantera Lusting, río Black, bosque Driscoll, montaña de los Peregrinos, ciudad Wilder, nombres todos de gente y de las hazañas de la gente. En el lugar donde los marcianos mataron a los primeros terrestres, había un pueblo Rojo, en recuerdo de la sangre de esos hombres. El lugar donde fue destruida la segunda expedición se llamaba Segunda Tentativa. En todos los sitios donde los hombres de los cohetes quemaban el suelo con calderos ardientes, quedaban como cenizas los nombres. Y, naturalmente había una colina Spender y una ciudad Nathaniel York… Los antiguos nombres marcianos eran nombres de agua, de aire y de colinas. Nombres de nieves que descendían por los canales de piedra hacia los mares vacíos. Nombres de hechiceros sepultados en ataúdes herméticos y torres y obeliscos. Y los cohetes golpearon como martillos esos nombres, rompieron los mármoles, destruyeron los mojones de arcilla que nombraban a los pueblos antiguos, y levantaron entre los escombros grandes pilones con nuevos nombres: Pueblo Hierro, Pueblo Acero, Ciudad Aluminio, Aldea Eléctrica, Pueblo Maíz, Villa Cereal, Detroit II, y otros nombres mecánicos, y otros nombres de metales terrestres.
Creo que todos somos conscientes de la importancia de los nombres en nuestro día a día. A lo largo de la historia hemos visto la necesidad de poner nombres a las cosas llegando incluso a personificarlas o divinizarlas. Forma parte de uno de tantos mecanismos autosugestión que impiden que nos precipitemos al abismo de lo desconocido y podamos controlar nuestros miedos. Parece que cuando algo tiene nombre ya está dominado. Podemos desconocer totalmente un fenómeno pero, el atribuirle un nombre, hace que podamos manejarlo como un concepto familiar. Nos da seguridad. Este comportamiento resulta ventajoso siempre y cuando no llegue a matar la curiosidad, ya que permite abordar enigmas sin que nuestra incomprensión nos desaliente.
Sin embargo, esta conducta puede volverse contra nosotros si el nombre que hemos puesto no es el más indicado. Para ilustrar este hecho citaré dos ejemplos de lo que, creo, son dos de los nombres más desafortunados dados en Ciencia y al alcance de todo el mundo: el primero será el concepto de selección natural y el segundo será la teoría del Big Bang.
Comenzaremos por la definición de selección que nos da la RAE:
En casos tan populares es normal encontrar una acepción especializada que recoja el término científico. No es ésta la práctica general, pues la Real Academia es cauta por naturaleza y suele reservarse el actualizar su repertorio de términos científicos. No obstante, vemos que las primeras entradas vienen definidas como una acción directa. Es decir, el concepto de selección sugiere automáticamente una voluntad y una finalidad activas. Una acción llevada a cabo por un individuo guiado por criterios determinados que le permitan discernir sus objetos de estudio y clasificarlos en un esquema jerarquizado. En la acepción especializada aparece un intento de enmendar la semántica atribuyendo esa acción al tiempo y al medio. No obstante, yo diría que el daño está hecho. Cuando oímos por primera vez hablar de la selección natural nuestro cerebro asocia el significado habitual de las palabras que nombran al concepto. Atribuimos involuntariamente una finalidad al proceso evolutivo. En general, damos interpretaciones que, en muchos casos, se ven reforzadas por prejuicios adquiridos con anterioridad. Luego hemos de hacer el doble de esfuerzo para aprehender el nuevo concepto, eliminando por un lado las primeras tentativas de tomarlo con familiaridad en asociación a conocimientos previos que nos evoca su nombre y encajarlo adecuadamente en el esquema mental por otro. Aun mucho tiempo después del proceso educativo que hace que captemos adecuadamente el significado del concepto nos vemos obligados a reprimir ese primer impulso, aunque sea por un instante. Es como tener un título que comience por erre en el estante de la eme. La teoría de la evolución de Darwin suele introducirse en contraposición a las ideas lamackianas. Lamarck hablaba de herencia de caracteres adquiridos y que las propias necesidades animales estimulaban esas variaciones. Cuando uno lee acerca de la naturaleza estocástica de las mutaciones y los sesgos introducidos por variaciones en el medio, que en principio podrían ser totalmente independientes al proceso evolutivo, se encuentra con un nombre que no hace honor a lo que pretende transmitir.
En el ejemplo de la teoría del Big Bang nos encontraremos un efecto similar. Con una carga exótica extra, si cabe. La evocación natural es una explosión gigantesca. Gran Explosión es la traducción habitual al castellano. El Universo se condensaba en una singularidad, nos dicen. Nos imaginamos un punto que estalla y se expande hasta el día de hoy. Y mucha gente se queda con este concepto hasta que se estampa con la expansión del Universo. En este marco, es habitual echar mano de lo familiar y pensar que dicha expansión se debe a la mera inercia de ese estallido inicial. Además parece compatible con la idea de los Universos sin constante cosmológica en los que la gravedad podría ganar el pulso a la expansión y dar lugar a un Big Crunch. Sin embargo, esta concepción es totalmente errónea. La expansión del Universo tiene lugar en cada punto, de manera que cada uno se aleje continuamente de los demás a la misma velocidad en cada instante de tiempo cosmológico. Varía la medida en sí misma. En la analogía, se trata de puntos en la superficie de un globo que se separan a medida que lo hinchamos y no de su volumen interior como podríamos pensar en los primeros intentos de comprensión tomando el nombre como referencia.
La historia interminable. Michael Ende.
Llegaron a las extrañas tierras azules y les pusieron sus nombres: ensenada Hinkston, cantera Lusting, río Black, bosque Driscoll, montaña de los Peregrinos, ciudad Wilder, nombres todos de gente y de las hazañas de la gente. En el lugar donde los marcianos mataron a los primeros terrestres, había un pueblo Rojo, en recuerdo de la sangre de esos hombres. El lugar donde fue destruida la segunda expedición se llamaba Segunda Tentativa. En todos los sitios donde los hombres de los cohetes quemaban el suelo con calderos ardientes, quedaban como cenizas los nombres. Y, naturalmente había una colina Spender y una ciudad Nathaniel York… Los antiguos nombres marcianos eran nombres de agua, de aire y de colinas. Nombres de nieves que descendían por los canales de piedra hacia los mares vacíos. Nombres de hechiceros sepultados en ataúdes herméticos y torres y obeliscos. Y los cohetes golpearon como martillos esos nombres, rompieron los mármoles, destruyeron los mojones de arcilla que nombraban a los pueblos antiguos, y levantaron entre los escombros grandes pilones con nuevos nombres: Pueblo Hierro, Pueblo Acero, Ciudad Aluminio, Aldea Eléctrica, Pueblo Maíz, Villa Cereal, Detroit II, y otros nombres mecánicos, y otros nombres de metales terrestres.
La elección de los nombres. Crónicas Marcianas. Ray Bradbury.
Creo que todos somos conscientes de la importancia de los nombres en nuestro día a día. A lo largo de la historia hemos visto la necesidad de poner nombres a las cosas llegando incluso a personificarlas o divinizarlas. Forma parte de uno de tantos mecanismos autosugestión que impiden que nos precipitemos al abismo de lo desconocido y podamos controlar nuestros miedos. Parece que cuando algo tiene nombre ya está dominado. Podemos desconocer totalmente un fenómeno pero, el atribuirle un nombre, hace que podamos manejarlo como un concepto familiar. Nos da seguridad. Este comportamiento resulta ventajoso siempre y cuando no llegue a matar la curiosidad, ya que permite abordar enigmas sin que nuestra incomprensión nos desaliente.
Sin embargo, esta conducta puede volverse contra nosotros si el nombre que hemos puesto no es el más indicado. Para ilustrar este hecho citaré dos ejemplos de lo que, creo, son dos de los nombres más desafortunados dados en Ciencia y al alcance de todo el mundo: el primero será el concepto de selección natural y el segundo será la teoría del Big Bang.
Comenzaremos por la definición de selección que nos da la RAE:
- selección.
(Del lat. selectĭo, -ōnis).
1. f. Acción y efecto de elegir a una o varias personas o cosas entre otras, separándolas de ellas y prefiriéndolas.
2. f. Elección de los animales destinados a la reproducción, para conseguir mejoras en la raza.
3. f. Dep. Equipo que se forma con atletas o jugadores de distintos clubes para disputar un encuentro o participar en una competición, principalmente de carácter internacional.
~ natural.
1. f. Sistema establecido por el naturalista inglés Charles Darwin, que pretende explicar, por la acción continuada del tiempo y del medio, la desaparición más o menos completa de determinadas especies animales o vegetales, y su sustitución por otras de condiciones superiores.
En casos tan populares es normal encontrar una acepción especializada que recoja el término científico. No es ésta la práctica general, pues la Real Academia es cauta por naturaleza y suele reservarse el actualizar su repertorio de términos científicos. No obstante, vemos que las primeras entradas vienen definidas como una acción directa. Es decir, el concepto de selección sugiere automáticamente una voluntad y una finalidad activas. Una acción llevada a cabo por un individuo guiado por criterios determinados que le permitan discernir sus objetos de estudio y clasificarlos en un esquema jerarquizado. En la acepción especializada aparece un intento de enmendar la semántica atribuyendo esa acción al tiempo y al medio. No obstante, yo diría que el daño está hecho. Cuando oímos por primera vez hablar de la selección natural nuestro cerebro asocia el significado habitual de las palabras que nombran al concepto. Atribuimos involuntariamente una finalidad al proceso evolutivo. En general, damos interpretaciones que, en muchos casos, se ven reforzadas por prejuicios adquiridos con anterioridad. Luego hemos de hacer el doble de esfuerzo para aprehender el nuevo concepto, eliminando por un lado las primeras tentativas de tomarlo con familiaridad en asociación a conocimientos previos que nos evoca su nombre y encajarlo adecuadamente en el esquema mental por otro. Aun mucho tiempo después del proceso educativo que hace que captemos adecuadamente el significado del concepto nos vemos obligados a reprimir ese primer impulso, aunque sea por un instante. Es como tener un título que comience por erre en el estante de la eme. La teoría de la evolución de Darwin suele introducirse en contraposición a las ideas lamackianas. Lamarck hablaba de herencia de caracteres adquiridos y que las propias necesidades animales estimulaban esas variaciones. Cuando uno lee acerca de la naturaleza estocástica de las mutaciones y los sesgos introducidos por variaciones en el medio, que en principio podrían ser totalmente independientes al proceso evolutivo, se encuentra con un nombre que no hace honor a lo que pretende transmitir.
En el ejemplo de la teoría del Big Bang nos encontraremos un efecto similar. Con una carga exótica extra, si cabe. La evocación natural es una explosión gigantesca. Gran Explosión es la traducción habitual al castellano. El Universo se condensaba en una singularidad, nos dicen. Nos imaginamos un punto que estalla y se expande hasta el día de hoy. Y mucha gente se queda con este concepto hasta que se estampa con la expansión del Universo. En este marco, es habitual echar mano de lo familiar y pensar que dicha expansión se debe a la mera inercia de ese estallido inicial. Además parece compatible con la idea de los Universos sin constante cosmológica en los que la gravedad podría ganar el pulso a la expansión y dar lugar a un Big Crunch. Sin embargo, esta concepción es totalmente errónea. La expansión del Universo tiene lugar en cada punto, de manera que cada uno se aleje continuamente de los demás a la misma velocidad en cada instante de tiempo cosmológico. Varía la medida en sí misma. En la analogía, se trata de puntos en la superficie de un globo que se separan a medida que lo hinchamos y no de su volumen interior como podríamos pensar en los primeros intentos de comprensión tomando el nombre como referencia.
16 comentarios:
La sensación de estar expandiéndome en cada punto es indescriptible. Mola expandirse. Lo que no sé, y quizás tu me sepas responder, es qué pasaría si me contrajese en cada punto. Ya sabes que la física no es lo mío.
Allocatable, real(kind=DP) :: ¡Nos vemos!
Buena selección de textos al inicio. El lenguaje es eso: la herramienta para no caer en el vacío de lo desconocido. Necesitamos ponerle material a la esencia. Precisamente hace poco en un trabajo de la facultad que hice sobre el género discursivo hablé sobre esto, en parte. Todo está encadenado. Yo tengo una metáfora, muy simple y que hacía gracia al profesor, pero que me parece interesante. El conocimiento del mundo es un enorme océano. Nosotros lo vemos, lo olemos, lo podemos hasta tocar, pero necesitamos soportes para transportar ese agua, para moverla, para entregarla o recibirla, etcétera. Esos soportes serían unas jarras que nosotros usamos para meter dentro el agua que, obviamente, cogerá la forma de la jarra. Esos son los géneros. Pero eso es el lenguaje en sí en definitiva también. Llamamos mesa a esto y cuando hablamos de 'mesa' sabemos lo que es porque lo hemos delimitado en esa forma de jarra, aunque sea aleatoria. Por eso las lenguas son realidades distintas, se dice, y no ve la realidad del mismo modo un inglés que un español, o un romano en sus tiempos que ahora un italiano. Y respecto a esto, yéndome por la tanjante y mentando a un grande, no puedo dejar de pensar tras haber leído esto en un poema de Rilke...
Me asustan las palabras de los hombres.
Lo saben decir todo tan claro:
esto se llama perro, y eso, casa, y el principio está aquí, y ahí está el fin...
Pero quiero avisaros y oponerme: estaos lejos.
Me gusta tanto cómo cantan las cosas.
Yo las toco: están quietas, son mudas.
Vosotros me matáis todas las cosas.
@Álvaro: Está claro. Si nos contrajéramos, la humanidad reuniría las condiciones adecuadas para convertirse en un diamante pequeñito. Todos los diamantes que existen en el mundo son fósiles de humanidades encogidas.
@Darthz: No podría ser más efusivo. Me gusta la metáfora del océano.
"En el principio la Palabra era; y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era un Dios. Todas las cosas vinieron a existir por medio de él [la Palabra] y sin él, ni siquiera una cosa vino a existir.
Lo que ha venido a existir por medio de él era vida y la vida era la luz de los hombres."
Juan, 1:1-4
No olvidemos que Juan escribía en griego, por lo que la Palabra de la que habla es el "logos", la base de la "lógica" y el componente base de todas las ciencias.
La palabra es un dios, efectivamente; y no todos los dioses ayudan al ser humano, sino que también los hay malvados, que confunden y extravían.
@K: Ésa era precisamente una de las citas que había barajado en principio. Pero no me la sabía literalmente y tampoco tenía una Biblia a mano...
Quedas añadido en el blog, L. Por cierto, K... no será el K de Ociojoven. ¿?
@L: lo imaginaba. Creo que las charlas rayando el alba dejan su huella en ambos.
@Darthz: "nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos".
Hola, yo más bien pienso todo lo contrario, creo que se pone esencia a todo lo material, y de hecho es en lo que se basan los modelos cognitivos (tu cristalería de jarras).
Con tu frase se me viene a la cabeza el profesor Félix, de TEC EX abriéndose la cabeza para meterse dentro una mesa.
Lo material no necesita que se le ponga esencia: la tiene.
La unica materia que tiene esencia de por sí es la colonia, y aún así a unos les gusta mientras que a otros, la misma colonia no les gusta, (como baron dandi, que no deja a nadie indiferente)
Ahora en serio, en el océano no hay jarras, esas las llevas tu de tu casa.
K: Vaya... Maldito cabronazo, espero que le vaya todo guay y esas cosas.
Vayamos por partes, ¿Qué es materia y que es esencia?
Supuestamente supongo que suponéis que la materia es la parte física, la parte "objetivamente real".
Ahora bien, ¿Qué es la esencia para ti?
Si pensamos en la esencia, como algo absoluto, intrínseco de la materia, de algo que solo se puede ser totalmente consciente siendo un Dios, o alcanzando el nirvana, de acuerdo, la materia tiene esencia, o mejor dicho la materia es una faceta de la esencia, y como seres limitados, solo percibimos una parte de la esencia, entre ella, la materia.
Si por el contrario, y es como interpreto la metáfora del océano y las jarras, dices que lo material es el oceano, pues lo ves, lo puedes tocar y oler, y además es el mundo,es decir, el océano es todo lo que conocemos físicamente.
Por otra parte, dices que necesitamos soportes para manejar dichas realidades físicas, con disitintas formas, es decir existen modelos para interpretar (SUBJETIVIDAD) lo material.
Obviamente, este carácter SUBJETIVO implica que la materia no tenga esencia, ya que no es algo intrínseco, sino que es algo que se interpreta con la mente.
Al utilizar estas dos identidades independientes no puedes justificar, al menos desde mi punto de vista, que la materia tenga esencia de por sí, pues es algo que se adquiere al contenerse en la jarra.
Gracias por desearme el bien, todo lo que me importa realmente, me va bien.
Gracias también por lo de cabronazo, me hace sentir realmente bien. Por cierto ¿Eres tía? y en caso afirmativo, ¿pesas más que un pollo?
Yo soy más tacaño en desear suerte, solo se lo deseo a mis familiares, amigos y conocidos, el que quiera que se crea por aludido ;)
@Chus: Pero Chus, creo que te falta una buena dosis de Platón. El comentario de Darthz de "maldito cabronazo" está dirigido a Kementari, ya que son viejos conocidos. Es posible que el símil del océano tal como lo muestras no sea demasiado afortunado. Sin embargo, un amante de la estética te dirá que un símbolo no ha de ser necesariamente cierto siempre y cuando cumpla con su propósito, puesto que es dicho propósito el que añade esa connotación simbolista.
Y en el peor de los casos siempre puedes volverte bizco y decirnos que la existencia precede a la esencia.
"El maldito cabronazo" sonríe mientras contempla el efecto de las palabras; y medita sobre los extravíos a los que los dioses se complacen en enviarnos.
No es extraño que la biblia, retomando el inicio del mensaje, considere las lenguas como una maldición (torre de Babel) que sólo puede ser contrarrestada por un don divino (pentecostés sobre los apóstoles para entenderlas).
Que el espíritu pentecostal os bendiga a la hora de elegir respuestas.
¿He sido invocado?
Hostia, M.
Mhostia.
Se les echa de menos. Y a Chus se le perdona, y además creo que ya está respondido. Me daría pereza ponerme a filosofar más todavía. Y ahora, tan de noche, tan estúpido uno y todo lo demás.
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