Abordaré, por completitud, el aporte de
David Brin. La historia que se relata en la última entrega de esta segunda trilogía de
la Fundación se desarrolla uno o dos años después del fin de
Fundación y Caos. Hari Seldon vive sus últimos años de vida confinado en la capital,
cuidado y vigilado por su sirviente. Pero el transcurso de los acontecimientos lo empujarán a una nueva aventura, en la que volverá a encontrarse con caras conocidas. A lo largo de la narración se irán desvelando nuevas claves, revelaciones de historia antigua, que ayudarán a completar el Plan Seldon como si de un rompecabezas se tratara. Casi todas las reflexiones se ciernen sobre el nuevo elemento incluido en esta segunda trilogía, un extraño fenómeno que desencadena una oleada de barbarie en aquellos mundos que alcanzan un renacimiento cultural lo suficientemente avanzado: el Caos. Se plantean los dilemas correspondientes a
la Ley Cero, criticando la determinación de los giskardianos a guiar a la humanidad sin consultar con sus antiguos amos, sumiéndolos en la ignorancia y utilizando diversos sistemas de contención. ¿Podría estar la humanidad condenada debido a una faceta inherente a su naturaleza? ¿Cómo han podido, irónicamente, convertirse los seguidores de
la Ley Cero en tiranos por el bien de la humanidad? En realidad, no supone más que una nueva vuelta de tuerca a los dilemas tratados en los textos de Asimov, de forma quizá menos sutil, añadiendo más datos y dejando caer referencias a la saga original, sin entrar en conflicto con ésta. Un final discreto, pero con una chispa de personalidad.
Ahora que me he leído los tres volúmenes —soy consciente de que quizás los haya espaciado demasiado— puedo dar una visión global de esta segunda trilogía. Si has llegado a leer hasta aquí puede que te interese mi opinión sobre las otras dos entregas por separado, que puedes consultar en este link. (Aparecerá ésta seguida de las otras dos entradas.)
Escribir entre tres personas una nueva entrega de una de las sagas más relevantes de la Ciencia Ficción es una tarea bastante peliaguda. Pero no nos equivoquemos, no estamos ante una continuación, ni nada que altere drásticamente el Universo de la Fundación. Los fans podemos permanecer tranquilos. Pero a la vez hace que la lectura de los nuevos volúmenes resulte menos interesante, que uno pueda plantearse que realmente es una trilogía innecesaria, porque no aporta nada, pese al riesgo que supondría lo contrario. Esto, claro, hablando del lector que conozca la obra de Asimov. Si por el contrario no la conoce, se perderá entre tanta referencia y sólo conseguirá estropear una futura lectura de la saga original. Es muy difícil contentar con algo así, no se puede juzgar a ninguno de los tres escritores por libros como éstos. Son entretenidos, tienen sus puntos fuertes y débiles, dentro de las limitaciones con las que han tenido que escribir. Se ha respetado rigurosamente la trama original y aún así se han plasmado algunas ideas y reflexiones interesantes.
Personalmente me ha gustado más la primera entrega, El Temor de la Fundación por la originalidad y la madurez con la que se planteaban los dilemas. La aparición de los simulacros es magistral. Esconde más sorpresas que los otros dos volúmenes que le suceden y abre de alguna manera el camino para ellos. Puede resultar un poco más pesado en cuanto a redacción pero creo que merece la pena.
Fundación y Caos me ha parecido el más flojo de todos. Las reflexiones pierden mucha fuerza y no consiguieron involucrarme.
El Triunfo de la Fundación gana puntos en ese aspecto. Es entretenido y plantea algunos de los dilemas más importantes, aunque aparecidos todos en entregas anteriores en mayor o menor medida.
Entretenida, sí. Prescindible, también. Interesante, hasta cierto punto.
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