La novela es precisamente eso: un relato ficticio de las etapas más relevantes en nuestro Universo, tanto pasadas como futuras, vistas a través de un observador atemporal que irá cambiando de mentalidad conforme sea testigo de más experiencias. Un gran alarde de originalidad incapaz de dejar impasible al lector. Todo el texto incita a una reflexión sobre la naturaleza de la vida y su finalidad, si es que hay alguna; así como el papel que jugamos entre las estrellas. Las escalas astronómicas aportan la chispa de humildad a la condición humana.
El relato comienza -cómo no- en la Tierra, con alguien en una de esas noches tontas en las que te haces preguntas sin respuesta.
¿El mundo entero? ¿El universo entero? Arriba, la oscuridad reveló una estrella. Una trémula flecha de luz, proyectada quién sabe cuántos miles de años atrás, ahora alcazaba mis nervios como un punto visible, y me estremecía. ¿Pues qué podía significar nuestra comunidad, frágil, evanescente, fortuita, en un universo semejante?
A partir de ahí nos sumergiremos de lleno en la bóveda celeste, visitando otros planetas en lugares y momentos distantes de la galaxia. Se podría tachar al autor de haber adquirido un punto de vista demasiado antropológico, pero es plenamente comprensible para que un libro como éste resulte inteligible y no derive en un conjunto de vagas fantasías sin orden ni sentido; no obstante, no son pocas las veces que se disculpa por ello. Quizás se centre más de la cuenta en algunas descripciones, alargando innecesariamente el desarrollo, pero no deja de ser entretenido y unas ideas complementan a otras.
Una lectura bastante curiosa que pretende ya no echar algo de luz sobre la naturaleza de la materia, la vida y la consciencia; sino azuzar ese sentimiento de duda y misterio con el que hemos de aprender a vivir, de una forma u otra.
1 comentario:
el jueves 21 veré JÚPITER.
estoy ansioso.
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