sábado, marzo 17, 2007

Werteswandel

El día empieza con el cuarto pitido y con un sentido de la responsabilidad que no entiendes y te obliga a levantarte. Ducharte. Desayunar. Coger el autobús. No disfrutas de las clases. No disfrutas de la gente. No disfrutas de los libros. No disfrutas de ti mismo. Sólo buscas para esconderte, a las clases, a la gente, a los libros, a ti mismo. Y sabes que es una manera equivocada de ver el mundo. De no pararte a pensar, de no mirar y mucho menos ver, de empeñarse en tirar paredes a cabezazos. De mirar la calle cortada. De tallar el marfil. De buscar tiempos pasados. Y sabes que los tiempos pasados no volverán. No volverán. No volverán. Pero aún tienes barro para modelar a ese hombre. Modela a ese hombre, no a las cosas que lo rodean. Modela a ese hombre, durante las noches frías. Y vendrán no viejos, pero sí nuevos tiempos. Y serán de nuevo viejos, Y serán de nuevo añorados, buenos, malos, da igual. El barro está ahí, informe. Y tú torturando a martillazos las viejas figuras. El barro, y esas manos que una y otra y tantas veces lo hicieron. Y esa energía que palpita, palpita, palpita, golpeando las costillas y pugnando por salir.


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