Quiero retomar aquí la sana
costumbre de hablar de autores hispanos de ciencia ficción. Hoy le toca el
turno a Miguel Santander y su novela El legado de Prometeo, que acaba de ver
la luz de la mano de Iniciativa Mercurio.
Me gustaría resaltar, ante todo, el extremo cuidado que el autor pone en el aspecto técnico de la novela en términos científicos. Detrás de cada detalle, de cada insinuación tecnológica, se entrevé la preocupación por la rigurosidad y un minucioso trabajo de documentación. Hay licencias exigidas por la trama, por supuesto, pero Miguel Santander –astrofísico de profesión- se encarga de señalarlas él mismo en una nota al final de la obra. Los enterados del mundillo, pues, tenderemos a situar El legado de Prometeo en el anaquel dedicado a la ciencia ficción hard. Pero deberíamos dejar claro que se trata de una lectura abierta al profano, donde las descripciones no obstaculizan en ningún momento la fluidez argumental. La novela está escrita en un estilo sencillo y se presta a la avidez de los más ansiosos, que pasarán páginas sin darse cuenta mientras los acontecimientos se precipitan y los personajes cobran forma y reclaman opinión a medida que se queman los capítulos. Porque la novela no sólo habla de agujeros negros o de física, y no desmerece en ningún momento la dimensión humana. Más aún, los aficionados al género quedarán encantados con el sinfín de rasgos característicos que se tocan, que en ocasiones abren la puerta a gratas reminiscencias. Así pues, la Éxodo les recordará irremediablemente a la estación espacial que aparece girando bajo el influjo mágico de El Danubio Azul en la magistral 2001, una Odisea en el Espacio, por no hablar del azoramiento con el que recibirán a la Inteligencia Artificial de la nave; pero también les evocará a otro Clarke, al de los ascensores espaciales; y a Kim Stanley Robinson, y el viaje de sus Primeros Cien a Marte y los avatares políticos de las trasnacionales. No podrán evitar saltar por un instante al lugar donde otra tripulación se enfrenta a los peligros del vacío en el interior de El Río de las Estrellas; ni a un decadente Imperio Galáctico donde cierto matemático intenta salvaguardar el orden a lo largo de los siglos con una teoría delirante que modeliza la dinámica de grupos sociales. Revivirán Pórtico lejanamente, y les traerá sin duda a un primer plano imágenes de la mejor ciencia ficción ecologista, de aquellos refugiados de Paolo Bacigalupi; y puede que hasta alguna conexión más sutil con otros autores como Greg Bear, por aquello de cierta diosa del tiempo. Son en todo caso puentes transversales y subjetivos, guiños más o menos implícitos, y no estoy seguro si todos conscientes; pero quiero hacer constar que lo reflejo como aspecto positivo y como expresión de la riqueza de referencias en la trama. Aunque aquí se presente bajo el prisma de otros títulos, El Legado de Prometeo tiene mucho que ofrecer por sí mismo y se muestra a la altura de todos ellos. Dentro del libro hay mucho más que invito a descubrir, incluida una estupenda intervención de William Shakespeare.
La sonda más rápida y más lejana, orgullosa portadora de un olvidado mensaje de la humanidad, cedió su testigo cuando la Éxodo la sobrepasó en el más absoluto silencio, tres meses después de su partida.
El legado de Prometeo. Miguel Santander.
Una vez escrita, una novela sólo
puede crecer de una manera: a través de las lecturas; y El legado de Prometeo tiene muchas lecturas. El libro es, en
esencia, un ejercicio soberbio de imaginación en el que la mera especulación
confabula con un cóctel multidisciplinar para ofrecer un panorama verosímil del
futuro del mundo. En él se entretejen el drama social orquestado por un
neoliberalismo extremo y la innovación tecnológica, presentada como última
esperanza para salir de un callejón sin salida. Estamos a finales del siglo XXI
y una humanidad hostigada por los efectos del cambio climático sufre la mayor
crisis energética de la Historia. Los combustibles fósiles se agotaron, la
opción nuclear no logró consolidarse y el relevo que prometía la fusión fría no
llegó a cristalizarse. Es en este contexto en el que Némesis aparece en un
horizonte no muy diferente del que oteaban los grumetes de la Era de los
Descubrimientos. Medio millar de personas se embarcan en un viaje de cuarenta y
cinco años hacia lo desconocido, con el propósito de devolver el fuego a una
civilización condenada o, dicho de una manera quizá menos retórica pero mucho
más increíble, extraer energía de un agujero negro.
Me gustaría resaltar, ante todo, el extremo cuidado que el autor pone en el aspecto técnico de la novela en términos científicos. Detrás de cada detalle, de cada insinuación tecnológica, se entrevé la preocupación por la rigurosidad y un minucioso trabajo de documentación. Hay licencias exigidas por la trama, por supuesto, pero Miguel Santander –astrofísico de profesión- se encarga de señalarlas él mismo en una nota al final de la obra. Los enterados del mundillo, pues, tenderemos a situar El legado de Prometeo en el anaquel dedicado a la ciencia ficción hard. Pero deberíamos dejar claro que se trata de una lectura abierta al profano, donde las descripciones no obstaculizan en ningún momento la fluidez argumental. La novela está escrita en un estilo sencillo y se presta a la avidez de los más ansiosos, que pasarán páginas sin darse cuenta mientras los acontecimientos se precipitan y los personajes cobran forma y reclaman opinión a medida que se queman los capítulos. Porque la novela no sólo habla de agujeros negros o de física, y no desmerece en ningún momento la dimensión humana. Más aún, los aficionados al género quedarán encantados con el sinfín de rasgos característicos que se tocan, que en ocasiones abren la puerta a gratas reminiscencias. Así pues, la Éxodo les recordará irremediablemente a la estación espacial que aparece girando bajo el influjo mágico de El Danubio Azul en la magistral 2001, una Odisea en el Espacio, por no hablar del azoramiento con el que recibirán a la Inteligencia Artificial de la nave; pero también les evocará a otro Clarke, al de los ascensores espaciales; y a Kim Stanley Robinson, y el viaje de sus Primeros Cien a Marte y los avatares políticos de las trasnacionales. No podrán evitar saltar por un instante al lugar donde otra tripulación se enfrenta a los peligros del vacío en el interior de El Río de las Estrellas; ni a un decadente Imperio Galáctico donde cierto matemático intenta salvaguardar el orden a lo largo de los siglos con una teoría delirante que modeliza la dinámica de grupos sociales. Revivirán Pórtico lejanamente, y les traerá sin duda a un primer plano imágenes de la mejor ciencia ficción ecologista, de aquellos refugiados de Paolo Bacigalupi; y puede que hasta alguna conexión más sutil con otros autores como Greg Bear, por aquello de cierta diosa del tiempo. Son en todo caso puentes transversales y subjetivos, guiños más o menos implícitos, y no estoy seguro si todos conscientes; pero quiero hacer constar que lo reflejo como aspecto positivo y como expresión de la riqueza de referencias en la trama. Aunque aquí se presente bajo el prisma de otros títulos, El Legado de Prometeo tiene mucho que ofrecer por sí mismo y se muestra a la altura de todos ellos. Dentro del libro hay mucho más que invito a descubrir, incluida una estupenda intervención de William Shakespeare.
Miguel Santander lleva el blog Tras el horizonte de sucesos y a veces presenta su libro en forma de charlas de divulgación científica, en las que arriesga su integridad física sobre una silla de oficina ilustrando cómo gira lo que no podemos ver, que recomiendo a todos los que tengan la ocasión de asistir.
2 comentarios:
La presentación de El Legado de Prometeo, al menos la que tuvo lugar en el Museo de la Ciencia en La Laguna (Tenerife), no solo invita a leer el libro si no que también lo hace para acercarse a la Ciencia.
Tu crítica más que invitar a leer el libro, invita a releerlo para encontrar todas las lecturas posibles, además de los guiños a otras obras y nuevas perlas literarias.
¡Enhorabuena a la Ciencia Ficción!
Y yo sin tocar el génerro de la ciencia ficción. Tal vez me esté perdiendo algo interesante...
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