domingo, noviembre 19, 2006

El Temor de la Fundación.

Por fin me he decidido a abordar la segunda Trilogía de la Fundación, con la cautela requerida en estos casos. Autorizado por los herederos de Isaac Asimov, el proyecto corrió a cargo de tres escritores conocidos de la Ciencia Ficción actual. Los llamados killers B’s -las tres bes, como se ha traducido moderadamente la expresión en nuestro país-: Gregory Benford, Greg Bear y David Brin. (A decir verdad, del último no había oído hablar.) Estos tres señores se encargarían de publicar un libro por año -uno por autor- de lectura autónoma pero respondiendo al desarrollo de una idea común y ambientados en el universo de la obra de Asimov.

El Temor de la Fundación, de Gregory Benford, es el primer volumen de esta nueva trilogía, publicado en 1997. En realidad, no es estrictamente una continuación. La historia nos remonta a la época del declive del Imperio Galáctico, tiempos del emperador Cleon I y un Hari Seldon consagrado a desarrollar sus ecuaciones. Un marco temporal anterior al del punto de partida de Fundación y posterior al de las novelas Preludio a la Fundación y Hacia la Fundación. No me he leído estas últimas, se hace referencia a algunos hechos relatados en ellas, pero de ninguna manera imprescindible para seguir el hilo de esta nueva entrega. Así como se mencionan acontecimientos de Robots e imperio. No obstante, es importante seguir el orden cronológico y leer antes la saga de Asimov -los cinco primeros libros de Fundación- para comprender el argumento y la ambientación, las motivaciones y conexiones con la saga de los robots y, evidentemente, no fastidiar una posterior lectura de la saga original.

Bien, en El Temor de la Fundación, se nos muestra a Hari Seldon como persona. No ya como el mítico matemático, sino como el hombre que con sus esfuerzos y dudas dio forma a la psicohistoria. La novela gira en torno a las intrigas de la corte, así como el nacimiento de la psicohistoria; con algunos aportes extra. Se plantean ciertas preguntas y algunas respuestas que dan una nueva dimensión a la saga, enriqueciéndola notablemente. ¿Por qué no había otras razas inteligentes en la Galaxia? Imagínate resucitar a Voltaire en el año doce mil y pico de la Era Galáctica, una idea disparatada y genial, con todo el juego que pueda dar.

Es una novela no apta para paganos, como ya he mencionado. De todas maneras, a mi juicio sí que supera la prueba de fuego que supone exponerse a escribir secuelas, lo que significa ser fiel al original y contribuir, a su vez, con algo nuevo de forma satisfactoria. Sin embargo, creo conveniente señalar, que el estilo de Benford no es el de Asimov. La comparaciones son odiosas, de acuerdo; pero puestos a recurrir a dichos populares sabemos lo que se comenta de las segundas partes. Si bien partimos de la idea de que el estilo de Asimov es tremendamente divulgativo y ameno, Benford también escribe de una forma clara y envolvente. No obstante, el trasfondo de sus ideas adquieren un carácter más trascendente. Asimov te desliza las ideas, las hace parecer simples y las desarrolla sin que te des cuenta de que no sólo estás leyendo una novela de aventuras y batallitas en el espacio hasta que es demasiado tarde. Benford hace gala de su fama como escritor de Ciencia Ficción Hard. No haciendo demasiado hincapié en cuestiones técnicas o teóricas, porque tampoco es una novela que se preste demasiado a ello, dado el lejano futuro y la atención requerida por cuestiones históricas y sociales. Pero sí utiliza muchos tecnicismos. Demasiados a veces, en esos pasajes en los que la jerga matemática puede abrumar al lector. Además es un libro que incita a la reflexión, logrando un equilibrio entre ésta y la acción. Los diálogos son bastante inteligentes y consigue engancharte antes de poder tacharla de una novela pedante. Yo la catalogaría de narrativa madura, dentro del género. Sólo espero que las otras dos, a su modo, mantengan el listón.


Gregory Benford nació en Mobile (Alabama) en 1941. Se doctoró en la Universidad de California en 1967 y ha obtenido prestigio internacional como científico especialista en física de altas energías, materia de la que es catedrático en la Universidad de Irvine, en California. Forma parte del Consejo Científico de Consultores de la NASA y de otras agencias gubernamentales norteamericanas. También se dedica con éxito a la divulgación científica. Se le considera uno de los principales exponentes de la nueva ciencia ficción, basada en la ciencia y en la tecnología pero con buen dominio de los recursos literarios.

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